Soliloquio de las tardes de noviembre



Si no fuera por las clases de emprendimiento a las que asisto, y a las poquísimas horas de internet de Etecsa que puedo permitirme, y a las lecturas de buen periodismo online cubano y extranjero y a un libro de cuentos del Gabo y al Tambor de Hojalata de GünterGrass y a dos o tres series y películas del Paquete Semanal y a los apuros de los que saco a mis padres en su administración de un Hostal… ahora mismo estuviera arrojado a la dejadez extrema. Como mínimo entregado a una adicción. El aburrimiento es una enfermedad que me mata, peor que una seguidilla de trabajos estresantes, de madrugones o reuniones insulsas. El aburrimiento debería morir. El aburrimiento está sentado a mi lado ahora y lo veo con intenciones de sostenerme las manos para que no escriba. El aburrimiento es un éxtasis enfermizo que pretende hacer mitosis e infectar cuanta acción cubra mis días hoy. Pero si no fuera por esta triste condición freelance a la que me han obligado a ejercer. Periodista de uno que otro trabajo al mes, como para que se atrofien las palabras que tengo contenidas. Palabras buenas malas obscenas pudorosas apologetas irreverentes bien escritas malescritas con sentido sinsentido planificadas fortuitas. Es decir, palabras periodísticas. Yo no tuviera esta desgracia de aburrimiento si no fuera por eso. Suerte la de mi blog y estos arranques. Dice Wikipedia que casi la mitad de los que ejercen el trabajo freelance son periodistas o escritores. Debe haber casi una mitad de periodistas y escritores moribundos de aburrimiento. !Ah, la redacción!, esa melancolía empozada en mis recuerdos, ese oasis donde los chicos (mis chicos) siempre discutían de lo malo que está el periodismo en Cuba (discutían de esos debates en las redes que creemos son el non plus ultra de la opinión pública nacional y solo queda en unos pocos), de quién fue el último que se estrenó en medios alternativos (extranjeros, privados, subversivos, lo que sea), de qué salió en Oncuba, El Estornudo, Periodismo de Barrio, El Toque o Cartas desde Cuba, de si Rasverg esto e Iroel lo otro, de que no hay ni sillas ni buena conexión ni eso parece una redacción, de que si malas coberturas, malas caras, valores noticias, botaron a Pantoja, la Upec nacional, cobertura de Mathew, sotserra , otra vez la dichosa carta… ¡qué linda esta tarde de noviembre, con sus tonos naranja en el crepúsculo y su aire fresco que despeina quien sabe si a Pilar o a la nieta de Pilar! ¡Qué poco agradables estas fuerzas que me arrastran a escribir cosas que mejor debieran quedarse escondidas! Mejor escribir, por ejemplo, de lo que ya ponía, de que las tardes en noviembre son hermosas, de qué bello el sonido del agua ahora que brota de las tuberías, o los pájaros que sobrevuelan por el cielo naranja del otoño al anochecer. De esas cosas es mejor escribir a veces, aunque solo sirvan para alimentar ese triste efecto placebo con que llenamos muchas veces la prensa. Pero al final es una relación de ganar/ganar ¿no? La gente no percibe del todo la realidad de algún problema. El periodista acomoda la zona de confort y alimenta la musa de poesía. O la vanidad personal, la de pensar que ha descubierto una panacea. No todo el mundo tiene que ser mártir, ni escribir un reportaje al pie de la horca. Lo demás que quede en una pasajera tormenta de ideas. Como esta.

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