Tira Antiolímpica


Para Leslie Díaz Monserrat, tan cómplice de este texto como yo.

¿Qué hacer cuando los deportes te dan igual, y entiendes y conoces y disfrutas muy poco de ellos? ¿Qué hacer cuando llegan las Olimpiadas y te descubres casi sin hablar porque todos aluden a medallas, a tiempos, a países, a records de Usain Bolt y Michael Phelps…?

Porque de pequeño o pequeña —no hay distinción de género— te sentías mejor leyendo libros y esbozando poemas que lanzando pelotas en el barrio. Preferías imaginarte los trazos de Leonardo Da Vinci y pintabas retratos, aunque lo que surgiera en el papel pareciera más cercano a Mujer en el Sillón, de Pablo Picasso. Preferías llegarte a la Casa de Cultura y probar suerte en las clases de canto o de baile, pero nunca pasar por el gimnasio ni por los partidos de voleibol.

Probaste tu primera pista en las pruebas de eficiencia física de la primaria, y maldijiste una y mil veces a la profe que te obligó a correr los 1500 metros en una carrera nunca vista en tu vida —a esa hora quisiste agarrar la jabalina, o el disco, o el martillo, y hacer el lanzamiento lo más cerca posible de ella— y en el trayecto dejaste todo tu aliento hasta llegar a la meta casi al desfallecer.

Tomaste la primera pesa en tus manos cuando te diste cuenta que la adolescencia no tenía mucho que ver con ser gordito, y que tantos años de ocio frente a la TV, a los videos juegos, a la libreta, te estaban pasando factura. Por entonces te diste cuenta que el deporte no era cosa de juego, que llevaba tiempo y dedicación. Tomaste tu primera pesa en las manos —pasaste un trabajo del infierno— pero la llegaste a dominar lo suficiente como para quedar complacido contigo mismo.

En tu juventud de vez en cuando haces una carrera para no llegar a los 30 con la barriga afuera, y porque a estas alturas entendiste ¡oh, clarividencia! que practicar ejercicios es mucho mejor que sentarte a mirar el firmamento. Pero, de igual manera, te da lo mismo Messi que Cristiano; olvidas las fechas de los mundiales de fútbol y no recuerdas el último campeón de la Serie Nacional de Béisbol. Ni sabes mucho de reglas; y si de deportes se trata es mejor ver la natación, donde todo parece más bonito.

¿Qué hacer cuando llegan las Olimpiadas y te descubres sin nada qué hacer? Pues sigue mi regla: prende la televisión, repasa estadísticas —ayuda a no estar perdido— y pega un grito de alegría cuando sepas que Mijaín López llega a su tercera presea olímpica en la Lucha Grecorromana; enciende los motores de tu corazón cuando a Yarisley Silva le cueste saltar 4,45; humedece tus ojos cuando escuches el himno nacional de Cuba en el podio de premiaciones, aunque conozcas bien poco de deportes, aunque luego retomes tu rutina anti olímpica de siempre.

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