La armonía es un sentimiento


Mientras usted lee estas líneas está teniendo lugar el evento internacional de música coral Corhabana 2014. Mientras usted lee estas líneas yo debo aportar mi humilde voz en una de las tantas agrupaciones participantes. Mientras usted lee estas líneas… perdón, no quiero parecer prepotente… solo quiero compartir la experiencia tan deliciosa que tiene lugar en mí cuando escucho la interpretación de un buen coro.

No fue hasta ingresar en la universidad que descubrí la existencia de este tipo de música, quiero decir, de cuánto significa dentro del arte mismo. Cómo más del 90 % de la población mundial (estimación propia) creía que un coro era la unión de dos o más personas entonando una canción. Accedí al gusto por la música desde que conocí al dúo trovadoresco Cofradía, con quienes aprendí no solo a pulsar las cuerdas de una guitarra o lo mágico de un pentagrama, sino que ya yo estaba un poco desfasado para esto de dedicarme a la música. Desde entonces se convirtió en el más amado de mis hobbies.

Pero claro, hablaba de la universidad. Allí comencé como integrante de la coral Al vento (a cargo de la maestra y amiga Belkis Moreno), donde aprendí mucho sobre lo difícil de la interpretación y de las relaciones interpersonales, donde hice amigos y conocí experiencias inigualables (ser parte de un grupo con iguales interés acarrea estos retos). Ahora continúo, agradecido por la amistad de quien es para mí uno de los mejores directores jóvenes de Cuba: Maykel Iglesias, en cuya persona coexisten el talento y la testarudez como nunca se ha visto.

A partir de estas vivencias, la música coral adquirió nuevos significados, nuevas formas de yo interpretarla y leerla, de entenderla. Lo que propone no tiene comparación con otro tipo de música. Con ella se puede adorar a un Dios, como lo hacían los monjes de la edad media, o los negros bautistas en los EE.UU., con ella también podemos cantarle al amor, a la patria, a la vida.

Aprendí, por ejemplo, que Cuba es un centro de referencia de este tipo de música a nivel mundial. Aprendí que cualquier género es adaptable al arreglo coral, y por eso en un concierto podemos encontrar una misa, una balada medieval, una gesta romántica, un spiritual negro a tiempo de góspel; un Lágrimas negras, de Miguel Matamoros, un Locuras, de Silvio Rodríguez, un Breve espacio, de Pablo Milanés; una salsa, un son, una guaracha…

Como bien lo dice el título, la armonía es un sentimiento. Armonía, que tanto reclama esta realidad donde vivimos, no tiene mayor presencia en otro lugar que en un coro. La pluralidad de voces convierte la diferencia en unidad, porque las enseña a andar juntas. Existen tonalidades graves, medias, agudas, acordes mayores y menores, bemoles y sostenidos, corchetes, puntillos y calderones que se unen para llenar al oído de alegrías, nostalgias, y, si se quiere, hasta una lágrima de felicidad. Mientras usted lee estas líneas, se está perdiendo la posibilidad de dejarse enamorar por la música coral como lo hice yo hace algún tiempo.

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