La Sherlock Holmes del periodismo irlandés


Supe de ella por los azares de la universidad, pero logré enamorarme. Me la presentaron desde la pantalla grande. Debía escribir sobre aquella historia desgarrante, pero con un enfoque tan impuesto que luego resbaló sobre lo seco, lo frío. Sobre una imparcialidad de cuestionado merecimiento.

Pero me enamoré de ella, de la especial sensibilidad por la realidad denigrante de su natal Dublín, Irlanda, de la capacidad que tuvo de convertir el periodismo en un arma letal para los males sociales. Descubrí a Verónica Guerin desde una actriz de Hollywood, pero su persona se adhirió a mis pensamientos como la esposa que busca su alianza con el cielo.

Cuando la corrupción y el narcotráfico hacían de Irlanda un lugar propicio para que el demonio de la drogadicción poseyera los cuerpos de jóvenes con apenas 13 años de edad, aquella suerte de detective-reportera del diario Sunday Independent, emprendió una investigación periodística que la llevó a un desenlace fatal al cabo de 2 años. Ante los pies de esa periodista irlandesa, paradigma del buen ejercicio de la prensa para el mundo entero, logré caer rendido.

Sorteó innumerables laberintos, aquellos entresijos por donde rara vez salían vivos los audaces. Los capos, los mafiosos, los delincuentes del país controlaban cuanto se movía por el mercado negro de las adicciones. Pero hasta allí penetró ella sin más arma que la pluma con la que escribía sus historias, y esa perspicacia con la cual podía hurgar en cada fuente de información provista en su camino.

En medio de los desatinos de un gremio que le restó apoyo, y un sistema judicial a sus espaldas, la periodista recibió amenazas de muerte, secuestro y violación a su familia. Pero de nada sirvieron las advertencias porque no le impidieron a esta Holmes del periodismo abrir un camino contra ese universo de delincuencia.

Mujer fuerte, con inteligencia y astucia complementadas, Guerin entregó su vida para llegar al mismo fondo de los hechos. Apartó sus intereses personales, la seguridad propia y la de su familia, por una causa “oculta a los ojos de su nación y al tiempo de revelarla”, según sus propias palabras.

Por ello imagino que aquel día fatídico, a media mañana, a poco para esclarecer los resultados de 14 meses de trabajo inagotable, a Guerin no le supo a derrota la muerte que ya veía avecinarse entre las detonaciones de un individuo de rostro cubierto. O incluso el sobresalto de su corazón le venía por el temor a dejar aquel camino inconcluso. Recibió1, 2, 3, 4... disparos en el asiento delantero de su auto, asustada, tal vez, pero segura de una labor que por suerte cambió la realidad de Irlanda.

Logró, justo como versa el filme biográfico de Joel Schumacher, que tras su muerte las calles se atestaran de manifestaciones en contra de los sucesos que hasta ese momento permanecían ocultos. De esta forma los traficantes se alejaron de la ciudad y los capos pasaron a la clandestinidad; el gobierno modificó la constitución con el objetivo de confiscar los bienes de aquellas personas inmiscuidas en acontecimientos delictivos relacionados con las drogas.

Logró, sí, conquistar las entenderas de este aprendiz de periodista, que rara vez se topa con un arquetipo reporteril entre las filas de sus coterráneos. Por eso la evoco en tiempos cuando las musas se desploman, o cuando recuerdo por qué es a veces necesario sacrificarse uno mismo por el bien común.

Comentarios

  1. ¡Qué bien que un estudiante de periodismo se interese por la biografía de grandes reporteros? Yo pensaba que eso no pasaba ya, francamente... O que pasaba muy poco. No todo está perdido. Un abrazo...

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  2. Me ha gustado mucho tu nota, un genial homenaje a Verónica.
    Un saludo,
    Irène
    Lasotrashorasdeldia

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    1. Gracias Iréne, por acercarte a mi blog, posees un blog excelente, recuerdo que leí tu escrito acerca de veronica y me gustó mucho... espero podamos repetirnos las visitas.

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