Y cómo le digo a papá


A todos los padres de la tierra y en especial a Luis de Leon, el padre con que Dios me bendijo, y que en tantas ocasiones han envidiado mis amigos.

El día de los padres parece escurrirse por entre los almanaques cubanos. No hay flores como las de mamá, ni oficinas de correos abarrotadas de caducas postales por la fecha. Padre, en nuestros tiempos, al parecer significa un poquito menos. Parece que al elegir el tercer domingo de junio, lejos estaban de pensar lo difícil que resulta homenajear a los papás en estos tiempos.

Yo, por ejemplo, salí muchas veces de esta semana en busca de un presente. Los pies se me agotaron, me pidieron auxilio de tanto caminar y no encontrar un obsequio adecuado para recordarle cuanto lo quiero. Me he conformado, Dios mío, con una crema de afeitar y un pañuelo que seca el sudor de estas jornadas traídas del Sahara.

¿Cómo le digo a papá que es esto lo suficiente para recordarle cuánto ha hecho de mí en estos 23 años? ¿Cuál manera encuentro para recobrarle las veces que me acurrucaba de bebé porque mi madre estaba exhausta de andar por hospitales conmigo a cuestas? ¿Cómo le pago las lágrimas en silencio cuando me oía llorar detrás de un cristal? ¿Cómo le explico que ni siquiera una tarjeta con algún clavel dibujado he podido encontrar para dejarle un abrazo entre letras, y que este sábado el calor casi me hace usar uno de los pañuelos? 

Y hasta pude experimentar su desdicha silenciosa, por esa costumbre que tiene de reunirse con la familia a contemplar la manera en que comemos la cena hecha, como dice él, con poco condimento y mucho amor. Se sienta a vernos comer, lo juro, como si cada bocanada nuestra le alimentara el alma. Hoy, por su trabajo, no pude verlo. 

Entonces recuerdo que no es perfecto, y que tal vez sirva este año de escarmiento por las veces que el estrés lo hizo requerirme sin sentido, o porque a mi edad todavía prefiere llevarme el agua caliente al baño, papi caramba que ya soy mayor no me va a pasar nada. Y es que lo paternal le viene como un síntoma de enfermedad psico-obsesiva por proteger a sus hijos, nosotros, mi hermana y yo, dos locos que no hemos dejado de darle quehaceres.

Imaginen a ese hombre corpulento despierto hasta las tantas horas porque en aquellas primeras fiestas nocturnas decidimos pasarnos de hora, y lo veíamos sentado en la puerta hasta tarde, y entraba sigiloso, y se acostaba, y al otro día negaba haber trasnochado: no hijo no, como crees que yo haga eso, tu eres un hombre que se sabe defender solo. Entonces yo bajaba la mirada y sonreía, porque me sentía orgulloso de aquella mentira piadosa.

Hoy, tercer domingo de junio, este cubano entre tantos le envía estas líneas a su padre, porque no encontrar como decirle a papá que lo quiere como nadie en el mundo. 

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