Yo “estoy” feminista



La definición que doy yo es que feminista es todo aquél hombre o mujer que dice: “Sí, hay un problema con la situación de género hoy en día y tenemos que solucionarlo, tenemos que mejorar las cosas”.
Chimamanda Ngozi Adichie

Cada vez que llega el 8 de marzo recuerdo a mi profesor de Historia Universal Raúl Lombana cuando decía que nunca entendió por qué existía tal fecha, día en que le recordamos a la mujer cuán vulnerada y discriminada ha sido a lo largo del devenir de la humanidad. La idea me enamoró, aunque quizás entiendo el establecimiento de un día que también recuerda cuando las mujeres comenzaron a despojarse de los delantales y comenzaron a luchar por sus derechos.

Ahora todo el mundo habla de feminismo. Es una moda. Tan moda que el mainstream cultural lo usa para producir ventas y dinero. Y yo me alegro siempre que no pase al olvido cuando otro tema político comience a ser titulares de los medios. Al menos que termine en el momento en que las mujeres sientan complacidas sus necesidades de reconocimiento, el cual, por mucho que se piense, sigue vulnerado bajo la mirada cavernícola de que el hombre domina por poseer más testosterona y, por ende, fuerza física.

Andres Montero, que fue presidente de la Sociedad Española de Psicología de la Violencia ha dicho que los hombres pueden “estar feministas”, pero no “ser feministas”. Nos falta el componente existencial. Digamos que para ser feministas deberíamos ser mujeres o, lo que es lo mismo, sufrir en carne propia ese tipo de discriminación. La idea podrá ser cuestionable en algunos casos, pero prefiero mantenerme en una posición más alejada y ajustarme a que ese sea mi estado de hoy: el feminista.


Los hombres pueden “estar feministas”, pero no “ser feministas”


¿Por qué un hombre debería “estar” feminista? Un hombre cubano, por demás. Comienzo hablando de mí. Por la parte materna, crecí en una familia llena de mujeres fuertes que sufrieron mucho porque decidieron que los hombres no iban a definir su destino. Una abuela, dos tías, tres primas, mi hermana y mi madre. Mi abuela María se casó dos veces y dos veces se divorció cuando el hombre no entendió que ella sola se bastaba y así crió a sus hijas. Con más de 60 años echó de casa un marido alcohólico y no puso fin a su sexualidad. Cansada del compromiso vago, decidió establecer “compromisos adolescentes” (un novio que la sacara a pasear, con quien disfrutar de un romanticismo al que no le faltaron cuestionamiento por ser “un par de viejos”). El resto de esas mujeres tienen la historia de criar hijos a solas porque así lo consideran mejor o de no tenerlos mientras el momento no llegue porque ninguna mujer nació con el destino escrito de la maternidad. El resto de la historia de esas mujeres es el de quienes decidieron que la cocina no estaba hecha para ellas y punto.

Por la parte paterna, tengo una abuela viuda que renegó del matrimonio para dedicarse a ella misma desde que el mundo es mundo. Una mujer con un amor propio tan alto que, a sus 93 años y una salud de hierro, viste faldas y pinta sus labios por la mera satisfacción de sentirse hermosa para ella misma.


En mi país los derechos de la mujer no se negociaron, se legislaron y punto: aborto legal, igualdad de salarios, licencias de maternidad muy flexibles y beneficiosas… patentizamos la no discriminación por razones de género, entre otros… Cualquiera diría que es innecesario plantearse el feminismo a estas alturas. Sin embargo, a nivel social quedan rezagos que amenazan con enfriar lo que las leyes ya tienen escrito. Seguimos los hombres refiriéndonos a las mujeres como flores, exaltándolas por su belleza, su delicadeza… pero olvidamos a veces su valor físico e intelectual. De hecho, muchas veces las valoramos por su físico en un tono preocupantemente posesivo. Vale más una mujer con buena figura que una mujer inteligente. Seguimos creyendo que el piropo es parte de nuestra cultura y las condenamos a las más horrendas groserías. Si me preguntan, digo que el piropo malsano legitima la dominación del hombre sobre el cuerpo de la mujer, que a su vez legitima el placer sexual en la cama de él por encima de ella y a su vez legitima la sumisión de esta ante los designios del hombre (el novio, el marido, el padre). Esto último es importante, porque genera los peores casos: la violencia física de género. Y hago la salvedad de física, porque la psicológica es más latente y perjudicial. No hacemos nada con valorizar a una mujer en el empleo si cuando llega a la casa el marido le exige que cumpla con su “deber”.

“En mi país los derechos de la mujer no se negociaron, se legislaron y punto”


Yo entendí un día que las mujeres de mi familia son fuertes porque han tomado decisiones que se alejan de los patrones normativos. Pero lo entendí más porque, inconscientemente, han sufrido las consecuencias de haberse salido de esos patrones. No lo saben, pero muchas veces las descubro con la presión inconsciente que la sociedad les impone. Ellas ni se detienen a pensar en la palabra feminismo.

“Seguimos creyendo que el piropo es parte de nuestra cultura y las condenamos a las más horrendas groserías”


Yo creo que un hombre cubano debería “estar” feminista si de verdad quiere encontrar una mujer plena, fuerte, con decisiones. Una mujer de ese calibre puede hacer más feliz a su pareja. Un hombre con sana autoestima no necesita pavonearse a los ojos de su pareja, sino que sabe cómo tiene que complacerla para complacerse a sí mismo: económica, política, social y hasta sexualmente.

Una mujer lesbiana no tiene por qué ser feminista, pero una mujer feminista tampoco es lesbiana. Si lo fuera, pues mejor. Más aguerrida la lucha. Un hombre feminista no tiene por qué ser homosexual, todo lo contrario, lo ideal es que el hombre heterosexual aprendiera al menos a “estar” feminista, que es lo mismo que ponerse en la piel de una mujer. Si fuera gay, pues mejor, más aguerrida la lucha.
Yo creo que la homosexualidad es penalizada porque el machismo nunca le ha perdonado a un hombre parecerse a una mujer.

“Estuve feminista” el 8 de marzo, porque creo en la existencia de un mundo mejor donde los hombres y las mujeres vivan en igualdad política, económica y social (en todos los sustratos posibles). “Estuve feminista” y espero estarlo todos los días. Y espero, algún día, poder cambiar el verbo. Me gusta la idea que propone la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, cuando nos dice que todos deberíamos serlo. Mejor que estarlo.

Comentarios

  1. ¡Excelente artículo! Ojalá muchos leyeran y concientizaran tus palabras.

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  2. ¡Excelente artículo! Ojalá muchos leyeran y concientizaran tus palabras.

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