Defender el diseño original no es denigrar al cubano



— …Eran un par de lesbianas ¡eso es abominación alabado sea el señor!

El hombre, asumo que Pastor, en una iglesia evangélica Los Pinos Nuevos, en Trinidad, vociferaba con vehemencia su sermón del viernes en la noche. Iba de pasada yo cuando noté su voz rasgada de la emoción, con un volumen audible al menos a una cuadra de distancia. El templo es una casa restructurada para ese fin, pequeña, estaba a tope de personas.

El hombre, un señor calvo de más de cincuenta años, sufría de un fervor religioso incontrolable. Estaba rojo, muy rojo, y prefería quedarse sin aire antes que dejar una idea inconclusa. De un momento a otro, hasta temía que fuese a terminar con un infarto del miocardio. Pero, indiscutiblemente, este señor debe ser alguien con mucho poder de convocatoria en las filas de su iglesia, lo cual me es llamativo para un lugar como este, por el que suelo pasar a menudo y que siempre me pareció tranquilo, moderado.

Me detuve en la entrada uno minutos. Comencé a grabar con mi celular.

—Hay una crisis de masculinidad, homosexualitos ahí alabado sea el señor haciendo parte de la iglesia alabado sea el señor. Los veo “arrascándose” las cejas así con el dedito —imita, caricaturescamente, un ademán amanerado—, ¡Aquí no quiero ver nadie “arrancándose” las cejas así! ¡las cejas se “arrascan” con todos los dedos en la frente aleluya macho varón aleluya Gloria a Dios!

Hubo una carcajada, como si en lugar de un pastor y su comunidad, estuviese Limay Blanco en pleno apogeo de un medio tiempo de Tropicana. Con las carcajadas vino una ovación intensa.

El hombre me dispara con la vista cuando nota que grabo.

—Bendito sea el señor, ¡ahora van a aprobar que los homosexuales se casen! ¡Tremenda maldición! Ve a ver por quién tu votas, ve a ver el voto tuyo alabado sea el señor ve a ver por quien tu votas, no vayas a votar a favor del diablo, de la aprobación de cosas de maldición de la igl… de Dios —el hombre trastoca la idea, pero la enmienda rápido. El subconsciente lo traiciona. Aludía al origen de esta maldición que, evidentemente, es de la iglesia, pero en la última fracción de segundo, decidió que sería de Dios— para este país.

El hombre me vuelve a disparar, esta vez con la palabra,

¡Grábalo si te da la gana, yo no “parezco” de miedo, si no de temor a Dios únicamente!

Como, a simple vista, se nota que es una directriz gubernamental apoyar el matrimonio entre dos personas, cualquiera que sea su sexo, el hombre comienza a acusar de ir en contra de Dios a los que obedezcan a las autoridades. El hombre recibe una ovación más fuerte.

Decido terminar de grabar. Era suficiente.


***

Defender una fe apoyándose contra grupos vulnerables me parece, cuando menos, un acto de marcado oportunismo. A veces creo que ofender, denigrar, emprender campañas en contra de los homosexuales es una bandera para menguar las faltas propias —¿Acaso el íntimo pesar de la conciencia por los pecados personales? — de muchos de esos cristianos. Es como la oportunidad de redención: Si me agobia tal pecado, lo resarciré denigrando a ese, porque lo dice la Biblia, y no tienen como defenderse.

Desde pequeño soy parte de las filas de la Iglesia Católica. Católico devoto, no de los que va en Navidad y Semana Santa. Reconozco que esta institución ha tenido muchísimas fallas en su historia pasada y presente y supongo que arrastrará algunas hacia el futuro. Pero me enorgullece saber que ya no utilice sus púlpitos para que vilipendien al ser humano en cualquiera de sus condiciones, aunque a efectos oficiales se oponga también al matrimonio igualitario.

Aunque la homosexualidad está visiblemente penalizada en la Biblia, tampoco es el delito más atroz. Jesucristo dijo que más fácil entraba un camello en el ojo de la aguja que un rico al reino de los cielos. ¡Qué pocas campañas he visto en contra de los ricos! ¿Acaso el dinero no es más condenado en la Biblia que la homosexualidad? Sin embargo, es más fácil ver iglesias y cristianos con poderes ilimitados que homosexuales en ella.

No le digo a ninguna denominación que cambie de idea. Tienen todo el derecho a pensar como tal y a no aceptar a quien no quieran en sus filas, pero persuadir a sus feligreses de que no caigan en lo que consideran un pecado no significa que tengan la potestad máxima de mofarse de nadie como si fueran ratas pestilentes. He visto el tratamiento del Cristianismo hacia hechos delicitvos reales como el robo y el asesinato, y siempre es desde una perspectiva redentora, de arrepentimiento y de interés en revertir el mal. ¿Por qué cambia drásticamente cuando de orientación sexual se trata?

Y precisamente esos derechos de libertades en la sociedad se lo deben a la perspectiva democrática de la sociedad moderna, que da igualdad de derecho de militancia religiosa a todo el mundo. Lo que no le da derecho a nadie, ni en esta sociedad ni en ninguna otra, es hacer de las convicciones propias un arma que impida el desarrollo normal de todos los seres humanos. Recordemos dos cosas: una, que el derecho personal es libre hasta que afecte el derecho del otro. Dos, la nueva constitución pone ante la ley a homosexuales y religiosos con los mismos derechos. De esta forma, creo que las iglesias deberían pensárselo dos veces antes de montar tribunas ofensivas.

Recordemos: ARTÍCULO 40. Todas las personas son iguales ante la ley, están sujetas a iguales deberes, reciben la misma protección y trato de las autorida­des y gozan de los mismos derechos, libertades y oportunidades, sin nin­guna discriminación por razones de sexo, género, orientación sexual, identidad de género, origen étnico, color de la piel, creencia religiosa, discapacidad, origen nacional o cualquier otra distinción lesiva a la dignidad humana.

Ya quisiera Dios que todos los cristianos respondiéramos ante verdaderos desmanes del hombre, de la misma manera que el fundamentalismo responde hacia la orientación sexual.

Nota: El fundamentalismo en cualquiera de sus variantes es dañino, tanto si viene de una religión, de una postura política o del propio activismo LGBT.

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