El imperio del chofer


Caricatura: Martirena
Por obra y gracia del conformismo uno puede creer que en algunos ómnibus Youtong funciona cierto régimen teocrático. Los conductores actúan como emperadores supremos, mientras que nosotros, los pasajeros, hacemos el papel de súbditos sin más remedio que acatar las órdenes, sin peros ni contras. Y si por casualidad alguno alza la voz para reclamar su derecho, puede sucederle como a una doctora que viajaba en la ruta Habana-Vueltas:

—Oiga, chofer ¿no ve que hay niños aquí y no debe poner ese tipo de videos? Usted debería cuidar lo que pone en su autobús, y más en viajes de largas distancias. —Inquirió en alusión a unos documentales con lenguaje de adultos.

—Ay señora, como si los niños no vieran eso en sus casas —, respondió el chofer.

Ella replicó diciendo que en el domicilio cada persona se atiene a las consecuencias de sus actos, pero que en los servicios públicos existen reglas. Sin embargo, lo que no sabe la doctora de esta historia es que en las guaguas de la empresa de Ómnibus Nacionales se han establecido reglamentos propios, y no precisamente a favor del viajero.

No las dicen, pero las «leyes» están. Nuestros «emperadores», con una mirada por encima del hombro al estilo de «esta es la opción más asequible, no se queje», nos transfieren las reglas de un juego donde el tiempo de llegada y la comodidad del viaje en ocasiones, o casi siempre, quedan vilipendiados.

Primera: Cada tripulante asumirá, además de las paradas oficiales, otras paradas, como las realizadas para buscar los mandados, recoger a «pobres» indefensos en la botella, o enseñarnos cuan bajos son los precios al lado de la carretera, porque «miren, compañeros, aquí las cebollas blancas son mejores que la de los carretilleros».

Segunda: Se escuchará música demasiado alta y preferida por el staff del vehículo, o un material audiovisual inapropiado para cierta clase de público. (Que arroje la primera piedra quien no se haya visto amenazado alguna vez por esta regla del juego).

De lo anterior da fe el estudiante de periodismo Carlos Alejandro Rodríguez, viajero asiduo, quien en una de sus últimas travesías vivió la experiencia de ver, como nunca lo imaginó, un paquete entero de «lo peor del reality show mexicano Caso Cerrado. Violaciones sexuales, canibalismo, sectas satánicas, personas que comían perros, son solo algunos ejemplos —explica el joven—, y lo peor es que nadie dijo nada».

Y es que para el cubano de a pie los tiempos que corren se le tornan harto difíciles. De un lado de la balanza pesan las fisuras, miles e incontables fisuras en el control de la disciplina en lugares tan recónditos como una guagua en medio de la carretera. Del otro cuelga el muy llevado y traído conformismo, una de nuestras heridas más profundas. Sea cual fuere su causa, es tiempo ya de reflexionar sobre la necesidad ciudadana de reclamar servicios públicos con una calidad óptima, mucho más si se trata del tan dialéctico transporte interprovincial.

Pasa que nunca sabemos con exactitud donde se infringen las leyes — ¿O sí?—, y ante lo mal hecho callamos, bien por no «buscarnos problemas», bien por solidarizarnos con ese otro que «está resolviéndose lo suyo». ¿Qué hacer ante un conductor que viola nuestro derecho a la comodidad del viaje?

Para empezar, resulta apremiante conocer que la empresa de Ómnibus Nacionales posee un reglamento riguroso, en el que muchas de esas conductas son severamente penalizadas. Es el caso de los artículos cuatro, cinco y ocho que expresan, respectivamente, que no se puede desatender a las necesidades, quejas, reclamaciones o recomendaciones que formule el cliente; que está terminantemente prohibido hacer de cobradores por tramos; que no se puede tomar o dejar pasajeros en lugares distintos a las paradas oficiales… y un interminable etcétera que nos muestras cuán tergiversadas están las reglas.

En el caso del confort mientras viajamos —según explica Roberto Valladares, Jefe de Operaciones de la empresa de Ómnibus Nacionales en Villa Clara—, lo establecido dicta que el aire acondicionado siempre estará a un nivel agradable y los productos audiovisuales deben ser asequibles a la diversidad de los pasajeros: música moderada, generalmente instrumental; videos refrescantes sin nada que pueda agredir a quien lo ve.

Velar por el cumplimiento de lo establecido en los reglamentos compete a la propia empresa, que deberá tomar medidas severas para disciplinar a quienes infrinjan lo reglamentado. —En el proceso de construcción de este trabajo, un amigo me preguntaba si debíamos guardar el reglamento de los choferes, en caso de que hiciera falta sacarlo en la parada —. Por otra parte, existe el Grupo de Inspección Nacional, encargado de investigar lo ocurrido durante cada viaje, cuidar por la llegada en tiempo, por la no permanencia de viajeros ilegales, por el correcto funcionamiento de la ruta y, por supuesto, otras funciones.

Pero mientras nosotros, los pasajeros, lleguemos con la idea conformista de acatar las órdenes del conductor-emperador cual si fuéramos súbditos de una vieja teocracia, sin reclamar lo que por derecho nos corresponde, seguiremos condenados a recibir los embates del vaivén de la calidad, en un servicio tan necesario como el transporte interprovincial. A pesar de las trabas sociales, aprendamos a reclamar nuestros derechos.

Comentarios

  1. la verdad es que hablar mal de ETECSA y de los servicios de ASTRO (y con razón jejejeje) se ha vuelto nuestro nuevo deporte nacional, eso unido a lo mal que está el béisbol..... pero tienes razones para decir, todo el que usa los servicios seguro que se sonríe pk tienes toda la razón del mundo.... yo mismo, en una ocasión, me inspiré en ellos......http://elquimbomboverde.blogspot.com/2013/08/el-aguafiestas.html

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