¿Tiempo muerto o tregua fecunda?


El Tiempo muerto, como enseñan en la escuela y me recuerda mi abuelo, es el periodo de no-zafra donde hay cero producción de azúcar y los guajiros buscan otras labores a fin de ganarse el pan del día (o al menos así ocurría en la República Neocolonial). En la escuela también nos instruyen sobre la importancia histórica de la Tregua fecunda, aquel falso stand by mambí en el que Martí dio vida a las gestas revolucionarias que definirían el decurso de nuestra historia a finales del siglo XIX. Entre estos conceptos he decidido definir mi ausencia del blog, pero aun no elijo cual.

La preparación de mi tesis de grado me alejó durante las últimas semanas de la pasión por escribir opiniones en mi bitácora. Indagaciones entorno a las teorías para historiar la prensa, el bosquejo por las principales características del periodismo decimonónico cubano y, finalmente, la revisión de periódicos antiquísimos (para caracterizar la comunicación pública de Trinidad y Sancti Spiritus entre 1820 y 1868), despertó en mi, por un lado, el amor infinito por la prensa vista desde la historia local.

Pero también incrementó una suerte de nostalgia por la ausencia del placer de la página en blanco, de la búsqueda del tema correcto, de la reacción de un público, de la deliciosa sensación que tiene lugar en el corazón cuando uno acierta con una opinión precisa, es decir, por publicar un post. Este tiempo me ayudó a comprender cuánto amo la rutina del blog. ¿Habrá comentarios hoy? ¿Cuántas lecturas? ¿Cómo acogieron este criterio? ¿Tendré tema la próxima semana?... preguntas que obligan a uno a dárselas de cronista y escritor, de economista y filósofo, sin saber siquiera el riego que corre.

Todo eso perdí entre abril y junio de 2014. Quise escribir sobre la muerte de El Gabo y la partida de Yuliesky y Cepeda al exterior; sobre las seguidas muertes de grandes personalidades; sobre cómo Sancti Spíritus resurgió de las cenizas y celebró su aniversario 500 con envidiable dignidad; sobre alguno que otro de los cambios políticos; sobre el mar, la vida, el amor y sus demonios… pero hay veces que el sacrificio lo salva a uno de la errata. Era preferible, ante la exigencia de la investigación científica, no forzar a las musas.

Mientras, hurgaba entre ejemplares del primer periódico surgido en la zona central de Cuba. Descubrí cómo un apasionado impresor vizcaíno se dio a la tarea de dar vida a una publicación que se hacía eco de la época de mayor esplendor de Trinidad. Un hombre llamado Cristóbal Murtra solo acompañado de sus hijos, en una redacción precaria con algunas prensas artesanales y el ímpetu por ilustrar a su pueblo, creaba las páginas de El Correo, que casi dos siglos después tengo enfrente.

Lo leo con claridad, me sumerjo, respiro el mismo ambiente de sus creadores. Me parece escuchar el sonido de los caballos sobre las muy nuevas piedras de la calle: hay quitrines, esclavos en el mercado que anuncian la inauguración de la plaza Carrillo, del teatro Brunet, de la procesión del Cristo de la Veracruz… un señor reparte el periódico a las casas. Entonces vuelvo a la realidad y me pregunto por qué la prensa hoy falta tanto. Entonces vuelvo a la realidad y me percato del valor de lo que hago.

Por eso, amigos lectores (seguidores, asiduos, eventuales, antagónicos), pido disculpas por este periodo de ausencias al que aun no se definir. ¿Tiempo muerto? Casi nada pasó por mi mente que no fuera relacionado con la tesis. ¿Tregua fecunda? Se puede catalogar así si tengo en cuenta la posible contribución a la cultura de mi ciudad. Algo sí es seguro: Las piedras del Heraldo vuelve a acompañar la inmensidad de la web, a aportar humildes criterios sobre Cuba y su turbulento mundo, a experimentar mi periodismo en esta suerte de probeta. Solo espero me sigan acompañando en este viaje.

Comentarios

  1. No te preocupes por lo que llamas tiempo muerto,que en la epoca de los ingenios azucareros cubanos esa era la etapa donde se fraguan las mejores zafras y donde se sacaba el azúcar mas dulce , te auguro exito y resurge como el ave fénix y vuela alto. Suerte!

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