El oscurantismo de abril

La mañana del 14 de abril de 1990, Thelvia debió sentirse más ansiosa que desesperada. No hubo dolores de parto, ni fuente rota en la madrugada, ni imprevisto, ni premura. Mientras veía el ir y venir de los médicos que me pondrían, por fin, de cara frente a este mundo, pensó que la cesárea resultaría la decisión correcta.

Nací un sábado a las 11 y algo de la mañana, con un sol que prometía una jornada perfecta. Mas,  4 días después, al tan rebosante pequeñuelo le detectaron  una hemolisis medicamentosa (alteración de los compuestos sanguíneos por reacción a ciertas sustancias) que lo ponía en riesgo de muerte. ¿Mal de ojo? Me pregunto sin reparos aun cuando la superstición no sea mi fuerte.

Gracias a Dios viví. Sin embargo el descubrir la suerte de mi destino hace que reflexione sobre la fecha de mi nacimiento como significado de una premonición oscura. Y no solo por los sucesos de mi madre, sino porque ciertos hechos históricos lo confirman.

Para 1999 tenía entre manos, gracias a la magia de Hollywood, la fatídica historia del barco Titanic. La tragedia marítima más grande de la historia que cobró la vida de casi 1600 personas, tuvo su génesis el mismo día de mi aniversario cuando a las 11:40 PM chocó con un Iceberg en medio del Atlántico. Décadas antes, un bastardo escogió este día del cuarto mes, para propiciarle un disparo certero al presidente norteamericano Abraham Lincoln, quien falleciera la siguiente jornada.

El 14 de abril se celebra en muchos países de nuestro continente el día de las Américas, una celebración pro imperialista que se aviene con las concepciones del panamericanismo, la ideología reduccionista por excelencia de capitalismo xenófobo de los EE.UU. Por cierto, la versión oficial (no la original) del himno acompañante, incluye una enumeración detallada de las naciones del continente, pero excluye burdamente a Cuba.

Por estos días, mientras investigo cuáles otros sucesos importantes coinciden con mi cumpleaños, me percato de que, además de ser la conmemoración por la muerte del poeta de la Revolución de Octubre, Vladimir Maiakovski, salen a la luz otros más iluminados por la dicha.

Lo pienso mientras recuerdo las elecciones de este domingo en Venezuela, sobre su futuro para los siguientes 6 años de presidencia y la necesidad de mantener a toda cosa el proyecto reivindicador de la América soñada por Bolívar. No me cuesta nada ser soñador, como no temo divulgar mi admiración por un proceso al que considero marcadamente progresista, necesario y bueno para estas tierras al sur del Río Bravo.

Pero, a la vuelta del pasado domingo la maldición de la fecha sobrevoló una vez más mis quimeras. Todavía no entiendo el margen tan estrecho para la victoria de Nicolás Maduro, en una Venezuela que aun suelta lágrimas de dolor por la pérdida de uno de sus mejores presidentes. ¿De verdad un voto depende tanto de la demagogia? ¿Por qué unos millones pudieron cambiar de opinión en menos de 6 meses? Aun así un pequeño porciento nos hizo respirar profundo a muchos – cubanos la mayoría, a los cuales nos gustaría tener vela en ese entierro –.

Hasta que despertó la cólera de Capriles. Una cólera que más que el grito por la muerte de su amigo Patro-voto, se oyó como el llanto de un niño cuando le arrebatan el dulce. La diferencia está en que un infante no ocasiona la muerte de los inocentes que apoyan a sus enemigos (suman 8 según los últimos reportes). Ni pretenden sumir a todo un país a un estado de división social desmedida, ni quieren privatizar la salud y la educación, ni mienten por dinero, ni matan.

Así existe en estos días la suerte de los venezolanos, pero los de izquierda, los chavistas que por defender valores de progreso ponen en peligro su vida. Aquí, sentado frente a una computadora sin escuchar un solo disparo – porque es una de las dichas del cubano, la ínfima violencia – siento un enorme pesar por la realidad de países con tan buena perspectiva política, y como algunos se empeñan en desmoronar. El mío tiene problemas, pero la gente no muere en las calles.

Por eso, cuando se acerca mi cumpleaños, prefiero recordar que mi madre, más allá del pesar cuando conoció mi enfermedad, encontró una razón más para estrecharme en sus manos inevitablemente. De esta manera convido a quienes quieran, de Cuba, de Venezuela y del mundo, a que olviden el oscurantismo de este abril y abran sus corazones a la esperanza de los días venideros, cuando se abran los oídos y se cierren las bocas, para dejar pasar la sensatez política en un subcontinente que lo necesita.

Tal vez así no haya hechos históricos que me sepan tan amargos.

Comentarios

  1. Bueno, es cierto que es un día con tintes dramáticos... y hasta trágicos. Pero un 14 de abril también nació la segunda república española... Y en Venezuela, ese fue el día en que Chávez asumió de nuevo la presidencia después del golpe de estado... En fin, ahora mismo estoy revisando la lista de efemérides en Wikipedia, y la verdad es que son más las "malas" que las "buenas"... pero ya ves, es tu cumpleaños, y has crecido, y has luchado por lograr cosas, y escribes un blog, y cantas en un coro... Todo tiene sentido, aunque no lo parezca... Un abrazo...

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    1. Imagino que sí, eso del sentido tiene sentido, pero ver tantas cosas mala en los dias de cumpleaños deja que pensar. No obstante nunca han sido obstáculos para no agradecer por un año mas de vida, y en un final ese es el punto de mi post: que hay desgracias porque hay gente desgraciada, pero igual debemos mantener la sonrisa. Otro abrazo

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