Narciso López y la bandera de Trinidad
Los
lugareños casi nunca advertimos la historia. Los visitantes menos. Pero en la
fachada de una casa elegante, sobreviviente a casi dos siglos de existencia por
las postrimerías coloniales de Trinidad, una tarja ubicada a su costado revela
una de las páginas más desconocidas de la historia local:
“En esta casa residió siendo gobernador
político y militar de Trinidad y Villas anexas el Gral. Narciso López en 1842.
Luchó y murió por la independencia de Cuba.”
Al hombre a quien le debemos el diseño de
nuestra bandera nacional, quien resultara una figura polémica y al mismo tiempo
un patriota de reconocido prestigio, los trinitarios relegamos al olvido o la
triste ignorancia sobre su impronta en la añeja villa.
Resultó representante directo de la corriente
del anexionismo, movimiento político de la primera mitad del siglo XIX cuyo
principal objetivo consistía en separar a Cuba de las garras metropolitanas de
España y sumarlas a las fronteras legales de los EE.UU.
Natural de Venezuela, llegó a Trinidad cuando
permutó su cargo de Gobernador de Matanzas – otorgado por sus acciones en favor
a la política de la metrópoli hacia Cuba –, por la posibilidad de ocupar la
rectoría en la tercera ciudad fundada por Diego Velázquez. Es aquí cuando la
conciencia antes desplegada en favor de las cortes metropolitanas tomaba el
camino de la causa revolucionaria cubana. Dicen que su ideología recibió un
golpe de suerte con las palabras del amigo y compañero de lucha, Vicente
Quesada, en las filas de Isabel II contra los carlistas insurrectos. Refiriéndose a España dijo: “No se puede ser hombre de bien en este país ingrato”.
Entonces su estancia en la villa resultó un
foco volcánico para desplegar todo un accionar revolucionario que llegó a su
punto clímax con la Conspiración de la Mina de la Rosa Cubana. Esta acción,
fracasada antes de estallar, dio enormes frutos a las tierras de esta región:
importantes intelectuales que se acercaron, auge revolucionario por la zona
centro sur, y la aparición de símbolos identiarios de la zona como muestra de
la consolidación de la nacionalidad cubana.
De esta manera surgió una bandera que para
muchos puede parecer la madre de nuestra insignia nacional, diseñada por el
propio López y que mantiene rasgos en común con la actual. Sobre ella existe un
halo de enigmas, porque hay características aportadas muy diferentes entre sí.
Las descripciones de Cirilo Villaverde
aseguran la existencia de una enseña con tres colores republicanos divididos en
tres franjas, azul, blanca y roja, a imitación de la antigua bandera de
Colombia. Pero es diferente a la descrita por José Ignacio Sánchez Iznaga, que
señala una estrella grande, pegada a la zona del asta, y ubicada entre las
franjas superior y la inferior.
Marín Villafuerte, en el libro Historia de
Trinidad, hace referencia a un documento presente en el archivo nacional donde
se habla de una bandera diseñada para la conspiración de 1848 con dos franjas
horizontales azules y una blanca en el medio que alberga una estrella de ocho
puntas preferentemente de color rojo, como muestra la imagen del inicio.
Sobre el tema los libros hablan poco. Ínfimas
referencias a esta insignia la muestran como un elemento olvidado de la
historia local de Trinidad. Pero muchos, trinitarios casi todos, coinciden en
que esa debe ser la insignia que se enarbole en el gobierno municipal
acompañando a la gran bandera de la estrella solitaria.
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