Al fin y a El cabo, amé el periodismo
Lo confieso: llegué al periodismo de chiripazo. Aquel día de la prueba de
aptitud mentí desmedidamente. Un grupo de académicos – hoy mis profesores y
amigos – preguntaron por qué me gustaba
esta profesión. – Porque me apasiona el mundo de la noticia… – dije tal vez
mirando el suelo con vergüenza, porque aquellas palabras salían de mi boca
aquejadas de falsedad.
Ni siquiera sabía a santo de qué relegaba una de mis pasiones
profesionales. No entendía qué designio divino logró cuestionarme la forma de
arriesgar mi futuro en las leguas extranjeras, pasión con la cual tuve sueños
hermosísimos durante toda mi infancia. De aquellos días en el preuniversitario,
indeciso por qué carreras escoger en una lista bastante injusta, me sobreviene
aquel consejo de una amiga:
-A mi me parece que tu das la talla en el periodismo.
-No que va, Rosio, si yo ni siquiera leo periódicos. Gramma da las noticias
y juventud rebelde las explica. No quiero ser participe de eso.
-De todas formas haz la prueba de aptitud el próximo sábado. Tal vez te
embullas en el camino.
Y acepté escéptico. Ni creía tener el don de la palabra escrita en un
diario, ni aquello resultaba una opción que pudiera ponerme los pelos de punta.
Pero en un afán por poner a prueba mis recursos como intelectual subestimado
por casi la totalidad del IPVCE Eusebio olivera, me lancé a aquella batalla por
mi nueva meta, signada por varios obstáculos en el camino.
El primero apareció, gracias a Dios, solucionado por un error estadístico.
Según mis cuentas mentales, el promedio general de las asignaturas no llegaba
al requisito de 97 puntos mínimos. Tenía
96, 89. – Ya sabía yo que eso no era lo mío –, pensé. Mas una semana después
verifiqué en el escalafón recién publicado, la nueva oportunidad de emprender
la carrera. Luis Orlando León Carpio: 97,01.
De quien resultó la pifia en un final, no es algo que hoy me interese.
El segundo por poco me cuesta mi futuro. Mi amigo Javier y yo, después de convencernos
lo mal que habías salido en la primera prueba, nos dirigimos hasta el parque de
diversiones de Sancti Spiritus, un lugar bastante deprimente hasta para los niños
del momento. No montamos en la estrella. Después de un rato hubo un apagón.
Por suerte sucedió cuando poníamos los pies sobre la tierra; y sobre la
realidad que nos dictaba el reloj, ya retrasado 10 minutos después de empezar
la segunda prueba. Pero teníamos la certeza de que éramos muy poco para tanta
suerte. Nada más alejado de la realidad, porque a la vuelta encontramos un ejército
de desconocidos indagando por el paradero de dos muchachos prestos a perder tan
grande oportunidad: nosotros.
Pasaron los meses y logré cruzar el umbral de mi facultad un poco más
enamorado de mi carrera. Conocí de leads,
géneros periodísticos, noticias, estilo; de medios de prensa oficialistas con
el control de las masas, y de otros alternativos que buscan contrarrestar ese
efecto. Y me apasioné, lo juro, como si aquella amante casi prostituta, me
hubiera prometido en matrimonio.
Pero no acepté su petición hasta el día en que conocí al EL Cabo Zerquera.
De la experiencia tan hermosa que me resultó entrevistar a ese formidable
trompetista ya en la gloria de los inmortales, he escrito varias veces. Pero
nunca me animé a plasmar lo más relevante.
Después de recibir la noticia de la publicación, un sábado del 2011, salí
orondo en busca de algunos amigos para dejarle ver mi orgullo. La plana
cultural del semanario Escambray exhibía mi conversación con él y yo estaba
orgulloso. Mas el último lugar donde fui, resultó la casa de El Cabo. Indiferente
le di las gracias, y con un apretón de manos quise volver. Olga, una de sus
hijas, con quien conservo una amistad entrañable, me llamó a solas:
– Luis ante todo felicidades por tu publicación. Quería darte las gracias más sinceras para ti. No tienes idea del bien que le has causado a mi papá con
ese escrito tuyo.
– Imagino que todos estarán llamando
para felicitarlo. - dije.
– Sí, por eso, y porque un día como hoy murió mi mamá, su esposa, pero con
tanta alegría por salir en el periódico, no ha tenido tiempo de echar alguna
lagrimita. Hoy no se sentirá solo.
Y salí por la puerta con una sonrisa diferente. mientras fijaba la vista sobre el ejemplar autografiado por el músico, comprendí que mi inserción en el periodismo había dado su primer fruto. No importa cuanto tengo que pasar, la experiencia se va a repetir, pensé. Entonces, al fin y gracias a una personas que hoy resulta inolvidable en mis memorias, amé el periodismo más que nunca.
Y salí por la puerta con una sonrisa diferente. mientras fijaba la vista sobre el ejemplar autografiado por el músico, comprendí que mi inserción en el periodismo había dado su primer fruto. No importa cuanto tengo que pasar, la experiencia se va a repetir, pensé. Entonces, al fin y gracias a una personas que hoy resulta inolvidable en mis memorias, amé el periodismo más que nunca.
LA VIDA TE DA SORPRESAS!!!!
ResponderEliminarYa ves José, las vueltas que da la vida!!!
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