A mis lectores

El 3 de enero de 2013, cuando cursaba el cuarto año de la carrera de Periodismo, decidí lanzarme al mundo de la blogosfera cubana, esa capa atmosférica adyacente a la cotidianidad y al periodismo oficial, que marcó un hito en la historia de la prensa cubana actual. Pichón de periodista al fin, y bajo la seducción de los exquisitos debates suscitados en la red por grandes blogueros, comencé a verter mis ideas en este espacio mío con muchas, pero muchas gratificaciones.

De aquel entonces hasta hoy ha pasado bastante en mi vida personal y profesional, y “Las piedras del Heraldo” ha estado como ese amigo incondicional que me ha salvado de los más furibundos naufragios, cuando el barco de la prensa nacional se tambaleaba y las olas de los incompetentes habían querido menguar la libre opinión de los jóvenes periodistas cubanos de hoy (jóvenes verdaderamente revolucionarios).

Estuvo allí mientras terminaba de cursar mis estudios universitarios. Estuvo en la tesis y en mi primer día de trabajo. Estuvo en las batallas campales para aclimatarme en los días más aciagos de la redacción de Vanguardia —esos días en que te ven como un chiquillo y tienes que demostrar tu valía, hasta que lo logras—. Estuvo cuando quise llegar a los medios alternativos y estuvo cuando fui cuestionado severamente por ello.

Y vuelve a estar hoy, cuando la redacción de un periódico comienza a convertirse en un recuerdo nostálgico para mí. Este blog está ahí para recordarme que el periodismo es una profesión que amo. Cuando no haya otra manera de hacer, mi blog me pedirá que escriba, sumiso, sin importarle las veces que pude olvidarlo.

Ha sido roca donde sostenerme y espacio donde crecerme. Incontables horas he pasado estudiando cómo escribir un mejor post, puliendo frases, estudiando formas nuevas. Verán que aquel texto titulado “¡Feliz fin del mundo!” con el que arranqué aquel día trivial de 2013, dista mucho de lo que he ofrecido después. Por supuesto, ese bregar de búsqueda y perfeccionamiento no termina y con solo 29 años hay mucho que explorar y aprender.

Recuerdo aquellos textos que aborrecí cuando salieron. Esos otros que me ponían conforme y aun así pasaban desapercibidos a los ojos de los lectores. Recuerdo el primer comentario, el primer elogio, la primera crítica, el primer debate. Recuerdo mucho mejor cuando mi blog comenzó a parecerse más a mí, y la gente se dio cuenta. Por entonces mis trabajos empezaron a llamar la atención, a ser replicados por otros blogueros, por revistas online. Algunos decían: es Luis Orlando, el editor de Las piedras del Heraldo.

He conocido amigos excelentes gracias al blog.

Paradójicamente, en los años que ha disminuido la producción han aumentado las visitas. Por desgracia la plataforma Blogger no muestra un sistema de estadísticas muy detallado, pero me llevo una idea sabiendo que las visitas promedio por cada post se han duplicado. Hasta este momento, este blog ha sido leído casi 66 mil veces y su página en Facebook roza los 900 seguidores. El compromiso ahora es seguir, quizás no con la misma periodicidad de antes, porque opiniones e historias que contar nunca faltan y porque siempre habrá personas dispuestas a aceptar este regalo mío con honestidad. Gracias por acompañarme.

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