Un San Valentín en el Eusebio Olivera
En noches invernales como las de estos días suelo evocar a la tropa que ven a la izquierda de este post. Estos son mis amigos del 10mo diez (luego onceno ocho), las almas del Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas (IPVCE) Eusebio Olivera, un sitio al que prefiero recordar desde la candidez de esos rostros.
Aquí tengo a quienes todavía hacen una llamada salvadora, un clic en el email, un me gusta oportuno en Facebook. Estos son los inmortales, quienes lograron vivir conmigo las glorias y muchas penas que rodean a un preuniversitario becado: desde una tarde bien aburrida de domingo, o una invitación a casa el fin de semana, hasta la prueba final que circulaba ilícita de mano en mano.
Luego están los consortes de las campañas más innumerables en busca de diversión y refuerzos alimenticios. Aquellos en quienes podías confiar hasta la muerte cuando de ir contra el profesor se trataba; que compartían la última lata de fanguito y galletas viejas; que peleaban con uno para que estudiara y saliera bien; y no competían, y se alegraban de veras cuando uno sacaba buenas notas, y cuando no…
Muchos de ellos los tengo en el recuerdo, aun vestidos con uniforme azul. Tras el día de graduación no he vuelto a saber nada más de sus existencias. Prefiero imaginarlos así, con sonrisas bien amplias, a saber que la vida pudo jugarles malas pasadas. Quizás muchos ya forman familias preciosas. Sería lo mejor.
Nunca me he sentido tan unido a un grupo como a mis amigos del pre. Tan humanos. Tan divinos. Tan imperfectos. Tan inmaculados. Tan humildes. Tan prepotentes. Tan sencillos. Tan exuberantes. Tan extraños. Tan extraordinarios. Tan corrientes. Tan felices. Tan tristes. Tan cubanos. Tan de allá. Tan de acá. Tan de ellos. Tan míos…
Quienes han habitado los ruinosos espacios de una beca cubana saben que el compañero lo es todo. Busca amigos y quedarán plantado allí para siempre. Busca enemigos y será tu fin irremediable. Y cuando digo espacios ruinosos me refiero a un ambiente de miseria material. Los baños, la comida, el techo… combinado con un mar de hormonas que devienen amores, sexo, primera vez, nos hacían buscadores incansables de un hombro al que recostarnos.
Bajan las temperaturas y los evoco. Acaso porque el frío acechaba demasiado en los albergues del Eusebio Olivera. Y cuando eso pasaba nos juntábamos en las mesas de las aulas a estudiar, bien pegaditos, compartiendo cuanto trapo sirviera para calentarnos. Y sepan ustedes que las escuelas en el campo son más frías que nada en este país (una vez resultó tanto el frío que los varones pegamos las literas y terminamos durmiendo juntos un grupo de casi diez). Allí, absortos en cifras y lecturas, el clima nos recordaba que éramos, unos a otros, todo lo que necesitábamos.
Un 14 de febrero, hace aproximadamente seis años, amanecí con la mirada triste de la soledad. Mis ojos me delataban, o al menos eso decía la gente. Había pasado demasiado tiempo sin que San Valentín me visitara por esa fecha. Estaba yo en 12mo grado. Recuerdo que llegué al aula con los ojos mustios. Sombríos. Cansados de tanta mierda. Fue ese el día en que tuve la revelación de cuánto quise a mis amigos gracias a algunos mensajes que llegaron a mi mesa. Mensajes de ellas, las muchachas, que se dispusieron a matar mi tristeza. De aquellos textos recuerdo con singular cariño, uno de mi colega Rosana Cárdenas, ahora en Brasil y con una niña preciosa. El texto decía: Porque si hoy no te sobran las novias, por lo menos no te faltan las amigas.
Ahora me toca a mí. A mis compañeros de estudio en el IPVCE Eusebio Olivera de Sancti Spiritus, a mis compinches de juerga, a mis cómplices de maldades, a los me quisieron, a los que no tanto, a los que veo aun, a los que se marcharon, a los que se quedaron… a todos ellos: Feliz 14 de febrero, un día idóneo para recordar cuánto significan para mí. Ustedes son los culpables de que a ratos pueda ponerme nostálgico.
Aquí tengo a quienes todavía hacen una llamada salvadora, un clic en el email, un me gusta oportuno en Facebook. Estos son los inmortales, quienes lograron vivir conmigo las glorias y muchas penas que rodean a un preuniversitario becado: desde una tarde bien aburrida de domingo, o una invitación a casa el fin de semana, hasta la prueba final que circulaba ilícita de mano en mano.
Luego están los consortes de las campañas más innumerables en busca de diversión y refuerzos alimenticios. Aquellos en quienes podías confiar hasta la muerte cuando de ir contra el profesor se trataba; que compartían la última lata de fanguito y galletas viejas; que peleaban con uno para que estudiara y saliera bien; y no competían, y se alegraban de veras cuando uno sacaba buenas notas, y cuando no…
Muchos de ellos los tengo en el recuerdo, aun vestidos con uniforme azul. Tras el día de graduación no he vuelto a saber nada más de sus existencias. Prefiero imaginarlos así, con sonrisas bien amplias, a saber que la vida pudo jugarles malas pasadas. Quizás muchos ya forman familias preciosas. Sería lo mejor.
Nunca me he sentido tan unido a un grupo como a mis amigos del pre. Tan humanos. Tan divinos. Tan imperfectos. Tan inmaculados. Tan humildes. Tan prepotentes. Tan sencillos. Tan exuberantes. Tan extraños. Tan extraordinarios. Tan corrientes. Tan felices. Tan tristes. Tan cubanos. Tan de allá. Tan de acá. Tan de ellos. Tan míos…
Quienes han habitado los ruinosos espacios de una beca cubana saben que el compañero lo es todo. Busca amigos y quedarán plantado allí para siempre. Busca enemigos y será tu fin irremediable. Y cuando digo espacios ruinosos me refiero a un ambiente de miseria material. Los baños, la comida, el techo… combinado con un mar de hormonas que devienen amores, sexo, primera vez, nos hacían buscadores incansables de un hombro al que recostarnos.
Bajan las temperaturas y los evoco. Acaso porque el frío acechaba demasiado en los albergues del Eusebio Olivera. Y cuando eso pasaba nos juntábamos en las mesas de las aulas a estudiar, bien pegaditos, compartiendo cuanto trapo sirviera para calentarnos. Y sepan ustedes que las escuelas en el campo son más frías que nada en este país (una vez resultó tanto el frío que los varones pegamos las literas y terminamos durmiendo juntos un grupo de casi diez). Allí, absortos en cifras y lecturas, el clima nos recordaba que éramos, unos a otros, todo lo que necesitábamos.
Un 14 de febrero, hace aproximadamente seis años, amanecí con la mirada triste de la soledad. Mis ojos me delataban, o al menos eso decía la gente. Había pasado demasiado tiempo sin que San Valentín me visitara por esa fecha. Estaba yo en 12mo grado. Recuerdo que llegué al aula con los ojos mustios. Sombríos. Cansados de tanta mierda. Fue ese el día en que tuve la revelación de cuánto quise a mis amigos gracias a algunos mensajes que llegaron a mi mesa. Mensajes de ellas, las muchachas, que se dispusieron a matar mi tristeza. De aquellos textos recuerdo con singular cariño, uno de mi colega Rosana Cárdenas, ahora en Brasil y con una niña preciosa. El texto decía: Porque si hoy no te sobran las novias, por lo menos no te faltan las amigas.
Ahora me toca a mí. A mis compañeros de estudio en el IPVCE Eusebio Olivera de Sancti Spiritus, a mis compinches de juerga, a mis cómplices de maldades, a los me quisieron, a los que no tanto, a los que veo aun, a los que se marcharon, a los que se quedaron… a todos ellos: Feliz 14 de febrero, un día idóneo para recordar cuánto significan para mí. Ustedes son los culpables de que a ratos pueda ponerme nostálgico.
Yadán Crecencio Galañena León dijo: Me invade una nostalgia incomparable!!! Luis Orlando todas tus palabras puedo hacerlas mías ahora mismo. Gracias.
ResponderEliminarPor nada Yadán, y gracias por acercarte al blog. Me alegra mucho que hayan servido estas palabras para hacerte recordar!
EliminarAyer escribi tremendo comentario y no se publicó, debes poner el algoritmo para hacerlo Luiso. Pues nada, repito algo: me encantó el post, me hizo recordar buenosy malos momentos, pero con predominio d elos primeros. A pesar del trabajo que pasamos, esa etapa siempre la recordaré como una de las mejores de mi vida, donde hice verdaderas amistades. Me alegro de ser uno de los que aun ves, ya mas que amigos sabes que somos hermanos, y eso no cambiará:
ResponderEliminarJavier Alejandro Brito Padilla
Javi, ya lo he pensado, muchos me escriben al facebook quejandose de que les cuesta trabajo comentar. haré lo posible. Pues nada, me alegro que a mis amigos del pre les haya gustado mucho. Era esa mi intención, recordar esos momentos hermosos que pasamos, que nos hacían olvidar lo duro que era estr allí. Un abrazo javi...
EliminarSon esos tiempos los que te marcan para siempre. Un post muy humano, sensible, no esperaba menos de ti.
ResponderEliminarGracias mi colega y amigo, siempre un honor que me visites aquí, Abrazo grande, ah! y acábate de abrir ese blog de fotografías que tanto te mereces!!
EliminarMuy bello, me recuerda a cada una de las personas que estudiaron conmigo ahi, sin lugar a dudas una experiencia inolvidable..
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