Nostalgia
No hay nada más bello que lo que nunca he tenido, nada más amado que lo que perdí.
Joan Manuel Serrat
Siento nostalgia. Mucha. Tanta que a veces me abruma. Por estos días he visto demasiada nostalgia desperdigada entre la gente, la Red, entre palabras sueltas que tiramos al vacío sin aparente carga semiótica: "¿Te acuerdas, Luiso?", "Mira esta foto", "esos años", "cuánta historia"...
Un te acuerdas es suficiente para dejar el lugar donde estoy. A mi edad, solo 24 años, me percato de lo mucho que vivimos de los recuerdos. Siluetas que asemejan tantos rostros, sabores que remontan a espacios, imágenes sepia, rostros, flashes - Hay olores que me provocan deseos de llorar, como el de la bata de dormir de mi madre en los 90. Hay canciones que derrumban, y en este punto evito el disco Nubes, de Carlos Varela -. Algunos recuerdos están tan manipulados que parece que hemos vivido el mejor de los mundos posibles.
Por suerte, los habitantes de la posmodernidad también vivimos de fotos. Louis Daguerre no tuvo idea de cuánto hizo a la humanidad. Los años se vuelven un momento, un instante de luz resguardado en un rectángulo, que más que papel se hace un mundo. La historia, casi siempre, se resume a eso.
A mí la nostalgia me nace en el crespúsculo. En mi vieja Trinidad, cuando siento el corazón hecho un charquito, prefiero caminar justo cuando el sol se pone. Voy por la calle Gutiérrez, mezcla de la poca transición entre romanticismo y modernidad que tuvo lugar en la ciudad. Es una calle asfaltada donde sobresalen las puntas de las piedras decimonónicas con casas hermosas del siglo XX, con sonido de gorriones y carros esporádicos, con voces de niños jugando, con llamados de madre !a comer!, con bandos de palomas arriba en los estratos... En la intersección entre San Procopio y Colón, un arrendador de divisa exhibe orondo una enredadera de jazmines. En el interior un patio. Imagino un jardín, flores, un olor a naturaleza de hogar exquisito. Uno vive intensamente con esos detalles.
Ahora que lo pienso la tercera villa de Cuba está bendecida por los olores. No hay signo alguno de polución en las calles. Todo lo contrario. Cuando no hay calor hay fresco, mucho fresco que viene de las lomas aledañas. Si va a llover se siente enseguida el olor a tierra húmeda. Y en el crespúsculo, cuando camino por Gutiérrez, la vida se resume a eso, olor de naturaleza y patio de hogar, a suelo mojado de abril.
La nostalgia es eso, cuando la vida se te hace intensa en un minuto. La vida es maravillosa. Y uno se toma ese tiempo en pensar cuántas veces ha malgastado su existencia en otras cosas. Naturaleza y sencillez se conviertes en un "¿te acuerdas Luiso?", en un "mira esa foto", "mira esos años", "cuánta historia". Entonces vienen a la cabeza rostros, momentos, flashes interminables que te estrujan el corazón. Y te da ganas de llorar. Y te da ganas de vivir. Y sientes nostalgia. Y no sabes qué hacer. Y tomas un papel. Y escribes...
Una vez mas me quito el sonbrero y... saco el pañuelo para secarme el sudor que brota de mis ojos...
ResponderEliminarSi lograste secar tus ojos del "sudor", entonces cumplí mi cometido, y es para gente como tú a quien he dedicado este post. No importa la pifia, somos humanos... Saludos
EliminarAdoro tus escritos
EliminarEl sombrero era pequeño, por eso salio con "n". Jajajajaja...
ResponderEliminarHace 2 años volví a mi Trinidad natal después de 32 años de ausencia. Nací en una casona del siglo XX que está en la calle Gutiérrez entre Rosario y Colon. Viví allí parte de mi adolescencia. Cuando camine de nuevo por la calle Gutiérrez todos mis sentidos a la vez reaccionaran y mi memoria visual, auditiva y olfatoria evoco infinitos recuerdos que provocaron una sensación orgasmica que invadió todo mi cuerpo. Fue una sensación tan placentera que estaba deseoso de volverla experimentar y con este post lo he logrado. Muchas gracias Luis Orlando por llenarme de nostalgia. Un abrazo en la distancia y no dejes de seguir escribiendo cosas tan bellas
ResponderEliminarPues es una satisfacción plena por mi parte, haber contribuido a que usted viviera de nevo esas experiencias en la calle Gutierrez, una calle simple, pero que tiene ese don de transportarte hacia un mundo interior con una sensación deliciosa. Saludos amigo, y espero que se repita su visita por acá.
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