No tengo Superman, tengo a Elpidio Valdés

En sus inicios, era apenas un dibujo de cara redonda con un bigote en forma de muelle oxidado y las voces del resto no pasaban de ser una turba de guajiros bravíos y españoles atontados. Los rasgos minimalistas y el uso de colores simples connotan una producción pequeña en recursos pero grande en ideas. 

Aunque de niño sucumbía ante los encantos de la compañía Walt Disney y de adulto no puedo evitar sentir cierta nostalgia por aquellos filmes efectistas de dibujos y guiones que evidencian producciones millonarias, prefiero gritar a los 4 vientos cual son mis “muñequitos” preferidos: Elpidio Valdés.

Juan Padrón, su creador, reivindicó el humor gráfico primero y más tarde la animación nacional al crear una saga de puro pedigrí cubano. El tema: la libertad de Cuba, el argumento: las guerras de independencia, el escenario: los montes y lo guajiro, el siglo XIX y su conformación de la nacionalidad, la picaresca de personajes que se entrelazan en conflictos caricaturistas que también nos hablan a nosotros, en nuestros tiempos y con nuestros matices.

Superó cualquier predilección por lo foráneo, lo se porque muchas veces nos sentábamos frente al televisor amontonados para reír, extasiados, con las ocurrencias de los caballos borrachos en pleno territorio yanqui, en el capítulo Elpidio Valdés contra la policía de Nueva York (1976), o el se siente, se para, se siente, se para… de Cortico, cuando por un momento lográbamos preocuparnos porque estaba Elpidio Valdés ¡Capturado! Las niñas les encantaban el de la boda con María Silvia. A nosotros tal vez, la historia del machete. Mi mamá, por ejemplo, dejaba cuanto hacía por sentarse un momento a ver El Clarín Mambí, porque había cierto diálogo que le sacaba unas risas muy persistentes: 

– Y ¿qué ha tocado este? 

– Se oye clarito, clarito…¡Retiradaaaaaaaaaaa!

Nació como personaje secundario. Un mambisito cuyos bocetos adornaban la historia de un japonés cualquiera en las guerras de independencia de Cuba. Pero aquella esencia suya sobrepasaba el hilo de una trama que no tardó en demostrarle a su creador cuan insípida prometía ser. Entonces Juan Padrón rehizo los bocetos y dio a luz a un personaje cuyos avatares en la lucha contra España son hoy un hito en la televisión de la Isla.

De aquella idea minúscula de comenzar una historieta en tiempos cuando la realidad de las guerras de independencia no resultaba muy conocida, cuya génesis se la debemos a la revista pionero el 14 de agosto de 1970, hoy persisten una gran cantidad de productos que no pierden la imagen autóctona, al parecer, ya perpetua en nuestro patrimonio. Contiene algunos largometrajes entre los que destacan Elpidio Valdés (ICAIC, 1979), Elpidio Valdés contra Dólar y Cañón (ICAIC, 1983) y Elpidio Valdés contra el Águila y el León.

Suerte la nuestra de contar con aquellos realizadores, o que resultaran creadores de los tiempos de oro de la producción artística cubana, Suerte la nuestra de tener un personaje tan cubano como la propia Virgen de la Caridad. Suerte, mucha, como la de apreciarlos hoy cuando la crisis de creatividad que ha infectado los estudios de animación del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) no deja proliferar ideas encantadoras para el niño de nuestros días. Aunque por muchos Donals y Plutos que hayan, agradezco pensar como el cantautor Carlos Varela: no tengo a Superman, pero sí a Elpidio Valdés.