Un guiño para Carlitos Irarragorri, el mundo le son-ríe
Si la salsa es el son
que va/, si el son es la salsa /yo le indico al bailador qué pasos tiene que
dar…
y los pies siguen las órdenes de la música con el ímpetu del sol de Cáncer
cuando irradia sobre las pieles cubanas. Entonces uno ratifica el sabor tremendamente
tropical, exquisito al paladar de los oídos, que el álbum “Son-riendo al Mundo”
del músico trinitario Carlitos Irarragorri – suizo por adopción – advierte desde la primera pista.
Por
entre los vericuetos de la Internet, las informaciones sobre el material
discográfico premiaban mi incipiente olfato periodístico, y confieso que pude
rozar el desespero por las expectativas expuestas en todas las direcciones de
la Red de Redes. Finalmente está en mis manos luego de ver lo bastante
difundida la noticia – por entre un círculo,
tal vez reducido, de músicos empedernidos – sobre un disco que había
prometido alzar la música nuestra, la trinitaria, hasta las cimas del
pentagrama mundial.
Basta
oprimir play para recibir un aluvión de buen gusto estético. Desde el inicio
del álbum, la canción Sonli (Pancho
Amat en el tres y Barbarito Torres en el laúd) advierte el trabajo ofrecido a
lo largo de 11 pistas compuestas, arregladas, e interpretadas por el propio Irarragorri.
Continúa Bolereándote, también un
preludio, digámoslo así, para saborear el lado más sensible del disco, con una
interpretación vocal de Carlos Ramírez (el bodeguero), propuesta sui géneris
para dar a conocer a quien se desempeña como dependiente en una bodega
trinitaria con la gracia de la música a flor de piel. Nada que no pueda
resolver Amik Guerra en un solo de trompeta formidable.
No
exagero cuando lo califico como una verdadera reliquia de la música tropical,
al punto que, por momentos, cierro los ojos y no puedo evitar figurarme una
playa, como el propio músico hizo en el track 5, donde el Ancón nos canta en
invitación jovial: agua yo traigo pa´ ti.
Imagino los días de verano cuando las pistas de baile enaltecen el paisaje de
arena blanquísima, mientras el azul del mar contrasta con el verde de las
montañas, allá donde Trinidad parece dibujada en una de las laderas.
Y
es esa misma Trinidad la que no falta en el disco, presente como hilo conductor
de cada acorde. Cada contraste armónico, me atrevo a decir, viene de una de las
musas nacidas en la tercera villa cubana. No por gusto Carlitos plasma sus
raíces en la canción Calle Alameda,
un danzón con la melancolía del Filin y la picardía del Chachachá, pero donde
el propio autor prescinde del canto y encarga a sus instrumentos la posibilidad
de deslumbrar la nostalgia por la calle donde nació. A la sazón resuena la
flauta de Alfredito Zerquera para sentir, como le dijeran en cierta ocasión, el
olor a tierra fresca despierto entre los acordes.
Los
decibeles encuentran sosiego, por las muestras de gran carga rítmica, entre las
exponentes de la música local, premiada con grandes arquetipos de trovadores:
Isabel Bécquer (La Profunda) y Pedrito González, quienes en los temas Cabecita Loca, y Yo tengo una rosa, nos recuerdan por qué son hijos ilustres de
nuestra añeja villa. De la misma manera en que Simone Santos, desde Brasil,
recuerda las cualidades musicales del país de la zamba, una joya bajo el nombre
de Ate o Fim.
El
desenfado, la jocosidad y la capacidad innata de mover los pies al compás del
son… pueden distinguirse en los temas China,
Con la salsa y el son (especie de
definición de ambos géneros) y Lo que
tengo en la vida, con participación de músicos de renombre como Moro
Miranda, Dudu Penz, El canario, la agrupación Mercadonegro, Virginia Quesada y
Alfredo de la Fe – y es aquí donde la ignorancia sobre la existencia de muchos
de ellos me hace sonrojar –.
El
álbum constituye la conclusión de una etapa del artista, como me confesara hace
unos días. Por eso encontramos una treinta de músicos con los cuales Carlitos
ha trabajado a lo largo de su carrera y sirven ahora como plato fuerte, y hasta
postre, para regodearnos de un material con sobradas maneras de hacernos
disfrutar, cuando termina, hasta impregnarse en nuestro gusto, incluso si no
somos amantes de los géneros más tradicionales.
Cuba
aun lo extraña, y pasa inadvertido por entre los sectores musicales – así son
nuestras paradojas –. Aunque más de una vez el autor ha confesado estar
haciendo gestiones para incluirlo en nuestro mercado, los cierto es que tardará
en difundirse por los entresijos de nuestras disqueras. Por ahora solo queda
acudir a los beneficios de Internet para disfrutar de esta suerte de embajador
trinitario de la música en Europa, como lo calificara un colega, quien por 2
años preparó este material con sonido de carruajes sobre piedras, de carnaval y
semana de cultura.
Y
bien, ya "Son-riendo al Mundo" es un hecho palpable desde octubre de
2012, completamente lanzado en Internet con una aceptación con la cual uno
puede quitarse el sombrero y decir: ¡Cuidado con Carlitos!
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