Cuba y la cultura de la emigración

Las repetidas crisis económicas, la falta de oportunidades y las restricciones de los derechos políticos están empujando a los cubanos a emprender viajes sin retorno hacia distintos destinos del mundo.

Todas las razones para salir de Cuba son válidas y todas las razones para quedarse también lo son

Leonardo Padura

Hanser Ramírez, joven emprendedor cubano
que solicitó asilo político en EEUU
por la frontera mexicana.
Son las 3:00 de la mañana y todos hablan en voz alta. En Las Carpas no hay suficiente espacio para acostarse y descansar. Los inodoros colapsaron y un líquido oscuro se esparce por el suelo. Apesta. Mucho. La comida es escasa y horrible. En este punto, la existencia misma parece insoportable así que Hanser ha comenzado a dudar sobre la decisión que le hizo pagar miles de dólares hasta llevarlo allí.

Al verse en ese centro de detención, donde inmigrantes de todas latitudes esperan su parol para ingresar a EE.UU., no podía evitar repetirse hasta el cansancio: “¿Qué estoy haciendo aquí?”. y, lo más importante: "¿por qué lo estoy haciendo?" Su vida en Cuba era buena. "¿Pero lo suficientemente buena?" se cuestiona. Todos esos pensamientos le atormentan ahora que finalmente "lo ha logrado", pero todas las preguntas que se hace no tienen una respuesta simple. Ese viaje de un mes que lo llevó primero a Rusia, para luego saltar a México y finalmente EE. UU., puso toda su existencia en perspectiva y lo hizo mirar hacia atrás, a su antigua vida.

Hanser Ramírez, un cubano de Trinidad de 27 años, se percibe a sí mismo como una persona trabajadora con una vida llena de gratificaciones. Siempre sonriente, irradiando una vibra positiva en su círculo cercano de familiares, amigos y colegas, pronto aprendió a ser un líder en todos los aspectos posibles. Ha sido desde una celebridad en México hasta un activista medioambiental que revolucionó los hábitos ecológicos en su ciudad natal, una persona que tocó el corazón de cientos de jóvenes y estableció vínculos entre el mercado privado e instituciones estatales. Un emprendedor con una economía desahogada para el estándar cubano.

Número de emigrantes cubanos en 2022 por países. Fuente: Statista.


Un viaje sin retorno

“Salir del país es algo cultural. Tu círculo cercano de amigos, familiares, compañeros de clase… influyen mucho en esa decisión”, me cuenta Ysabel Muñoz Martínez, una joven intelectual que está construyendo su vida en la fría y lejana Noruega.
“Si te quedas, eres un poco como castigado por tu generación porque en el fondo se siente como un fracaso. No debería ser así, porque la realidad no es en blanco y negro pero así la ve mucha gente”, lamenta.

Para ella, las razones para migrar son muchas y pueden variar de persona a persona, pero la realización profesional, las garantías económicas (transporte, vivienda, bienes y servicios, alimentación), ayudar a la familia, asegurar un mejor futuro a los hijos y, sobre todo, las libertades individuales, son comunes en la mente de las personas cuando se les pregunta sobre sus motivaciones para irse.

En un país de alto nivel educacional como Cuba, los jóvenes profesionales están especialmente interesados ​​en encontrar una carrera en otro lugar. La juventud ve irónico que el gobierno asegure ese estándar educativo y el mercado laboral es, cuanto menos, poco atractivo teniendo en cuenta los bajos salarios y las escasas posibilidades de salir adelante por uno mismo. Por eso conseguir una beca para estudiar en el extranjero es un camino común entre muchos estudiantes cubanos.

Muñoz, quien fue seleccionada en 2020 como becaria Chevening para realizar una maestría en Glasgow, Reino Unido, señala el atractivo de esta vía de escape: “Imagina estar en una universidad de prestigio y encima que te paguen por ello”. La plataforma independiente Diario de Cuba, en un reportaje publicado en 2019, afirmó que México, España y algunos otros países de Europa son los principales anfitriones de los estudiantes cubanos.

“Pero hay un momento en que todos pensamos que podíamos lograr algo en Cuba”, argumenta Muñoz, quien actualmente forma parte de un programa de doctorado. 

“Soñábamos con encontrar un trabajo que nos permitiera lograr al menos algo, por mínimo que fuera, como en mi caso es juntar naturaleza y literatura. Y soñamos con vivir de ello. Muchos de nosotros terminamos frustrados, y por eso las becas son importantes, porque no solo es una forma de continuar nuestros estudios en el extranjero, sino una forma de llenar un vacío en nuestro presupuesto personal”.

Y el punto de partida más seguro cuando llegas a una nueva tierra culturalmente distante.

Ysabel y Hanser solían trabajar juntos en un proyecto destinado a la limpieza de las playas de la ciudad de Trinidad. “Tú También puedes ayudar con snorkeling” impactó significativamente a los jóvenes trinitarios cuando una vez al mes se reunian para limpiar las playas del litoral y reciclar la basura. Ambos trabajaron codo con codo para dejar una huella en su sociedad porque sintieron que era lo correcto; huella que no estuvo exenta de dificultades. “No se puede hacer nada fuera del alcance del gobierno y por eso el proyecto fue investigado cuando vieron que se iba haciendo más grande”, dice Ramírez, fundador de la iniciativa. 



Como no le importaba nada más que el saneamiento de playas, Ramírez decidió hacer concesiones y logró crear lazos entre ciertas instituciones del Estado y el sector privado.

Un problema histórico

La actual crisis en Cuba ha desencadenado una nueva ola migratoria. Según la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) de EE. UU., citada por el Centro para la Democracia en las Américas, cerca de 180 000 cubanos han intentado ingresar a suelo norteamericano en el año fiscal 2022, lo que equivale a más del 1 % de la población de Cuba. Se superan así las dos olas migratorias más grandes conocidas hasta el momento, la de Mariel y los Balseros. Solo en julio unas 20.000 personas buscaron migrar a EE.UU.

El impacto de la Pandemia de Covid-19 en la industria del turismo, la inflación derivada de la llamada “Tarea Ordenamiento”, la ineficiencia del sistema productivo estatal y la ralentización de las reformas económicas –y los efectos innegables del embargo– han llevado la condiciones de vida en Cuba a los niveles más bajos de las últimas dos décadas. 

Dentro de la isla caribeña, la gente bromea al respecto: “Esto es Periodo Especial 2.0”. Pero la broma es en realidad seria ya que obtener lo básico para la vida cotidiana se ha vuelto cada vez más difícil y ha empujado a las personas de cualquier origen a huir del país de las formas más peligrosas.

El fenómeno, sin embargo, es histórico.

Los cubanos han estado yendo a los Estados Unidos, su principal país de acogida, desde 1850, por razones económicas, sociales y políticas. Esta última se agudizó tras la revolución de 1959, ya que el gobierno de Fidel Castro llevó a cabo una política anti clasista que evolucionó a un sistema de inspiración comunista y soviética que, por ejemplo, expropió/nacionalizó propiedades privadas e hizo emigrar a miles de cubanos a otras tierras. Estados Unidos respondió imponiendo un embargo económico duradero sobre la Isla y aprobando leyes que facilitan la inmigración para nosotros. Pero la historia de los movimientos poblacionales entre ambas naciones ha devenido dura, tensa y dolorosa en la que la migración irregular se ha convertido en un fenómeno problemático.

Esta migración se caracteriza por oleadas, según Antonio Aja, director del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana –en una investigación que prácticamente deslinda la responsabilidad que le corresponde al gobierno cubano en ello. Si echamos un vistazo a la composición de los cubanos dentro de los EE.UU. después de 1990, observamos que son eminentemente blancos en alrededor de un 82%. Según la investigación mencionada, la mayoría corresponde a la primera y segunda generación de cubanos que se vieron obligados a partir poco después de 1959. Sin embargo, a partir del 2000, como muestra este otro estudio, publicado en la revista Migraciones Internacionales en 2016, la composición de la comunidad cubana en EE.UU. ha devenido una “nueva migración” y se caracteriza por ser más diversa en sus orígenes económicos y étnicos, así como en sus motivaciones.

La Ley de Ajuste Cubano ha beneficiado históricamente el estatus legal de los cubanos desde 1965 y nos sitúa en una posición privilegiada en comparación con otros inmigrantes de origen hispano: recibimos la residencia permanente después de un año y un día de vivir en suelo estadounidense. 

La política de pies secos/pies mojados exacerbó la migración ilegal de cubanos hasta 2016, cuando fue abolida por el gobierno de Obama. Es bien conocido el costo de muchas de estas olas, en el que se puede ejemplificar el caso del niño Elián González a principios de los 2000. 

Además de EE.UU., los cubanos buscan otros destinos. Otros hechos puntuales han disparado olas, como es el caso de Ecuador, con su pico entre 2009 y 2015, que permitió a los profesionales cubanos ingresar sin visa y legalizarse en el país andino. La Ley de Memoria Histórica ha hecho que la segunda generación de expatriados españoles reclamara su ciudadanía a partir de 2007, afectando así a más de 150.000 cubanos, según España Exterior. La actual crisis migratoria está rompiendo récords históricos.

Libertades individuales

En 2009, Andrés Carrillo, nacido en Remedios, había probado todas las formas en las que un ciudadano cubano puede ser emprendedor. Cuando era niño, solía salir en bicicleta a varios kilómetros de su casa para encontrar anones frescos que vender en las calles. Con el tiempo ayudó a su papá en la dulcería de la familia, luego fue cantinero en un resort y finalmente estableció, junto a su familia, uno de los BnB´s más exitosos de su ciudad natal. Sus ingresos eran muy superiores a los del cubano promedio. Ese año, sin embargo, extrajo la mayor parte del dinero que había reunido para pagarle a un coyote que lo llevara a Estados Unidos.

“No era tan popular como ahora pero esa forma de emigrar ya estaba funcionando. Volé a Venezuela como turista y luego a México para llegar a la frontera, donde fui recibido después de mostrar mi carnet de identidad cubano”, recuerda.

Dejó atrás a su familia y su negocio para empezar de cero: trabajar en el ramo de la construcción, que recuerda con pesar, e iniciar una nueva educación que, según él, se convirtió en el punto culminante de su nueva vida. Andrés se graduó en administración y negocios y pronto comenzó la construcción de un startup que rápidamente prosperó. “Cortaditos” es el nombre de la marca familiar que tiene cuatro cafeterías en New Jersey y está en camino de expandirse.
“Si me hubiera quedado, no hubiera logrado las cosas que he hecho aquí. Sería emprendedor pero no a la escala que deseaba y habría tenido que lidiar con todas las restricciones que nos impusieron; y la burocracia”.
Lo que hace que los empresarios a menudo se den cuenta de que no hay más remedio que irse suele ser la falta de reconocimiento y los prejuicios que el gobierno todavía tiene sobre ellos. En general, la relación entre el gobierno y el sector privado es tensa a pesar de las crecientes concesiones que se han venido haciendo. Incluso cuando la constitución de 2019 reconoció la propiedad privada y las pequeñas y medianas empresas, las nuevas leyes parecen restringir las oportunidades de crecimiento. Además, la crisis económica actual impide que las pequeñas empresas emergentes accedan a recursos indispensables.

Carrillo agrega más cuestiones: 

“Me di cuenta de que por más independiente que sea tu negocio, siempre estás bajo la mirada del gobierno”. 

“Mis padres lo intentaron todo y todavía tenían que preocuparse de que las autoridades calcularan sus ganancias. En general, su trabajo no solo dependía de lo que ellos podían hacer sino de lo que las autoridades permitieran”.

Al respecto, Andrés cuenta, con pena, cuando fue arrestado por hospedar turistas en su casa, previo a la legalización de esta actividad como negocio privado. Las autoridades nunca lo encontraron culpable, pero aun así le impusieron una multa de 400 dólares, una cantidad de dinero exorbitante para la Cuba de ese momento.

Después de 1994, las autoridades cubanas aprobaron el alojamiento de turistas por ciudadanos cubanos naturales.

Café Cortaditos, marca del cubano Andrés Carillo que tiene varios establecimientos en New Jersey.

La cuestión económica es una cuestión política

Uno de los principales debates sobre la migración en Cuba es si los motivos son económicos o políticos. Sí, las crisis periódicas desencadenan olas de migración, como está sucediendo ahora. Pero las continuas denuncias de violaciones a los derechos humanos en suelo nacional también obligan cada año a miles de cubanos a abandonar el país.

“Todo el mundo sabe que podemos aspirar a una vida mejor en el extranjero”, me dice Carrillo. “Incluso en los mejores años de la Revolución, la gente entendió eso. En la mayoría de los casos, los cubanos regresan a visitar su país y revelan una mejora, real o fingida, que despierta el deseo de sus compatriotas a hacer lo mismo”.

La narrativa oficial tiende a minimizar el impacto de las razones políticas, argumentando que el embargo estadounidense es el principal responsable de ello. Pero la excusa cae por su propio peso y se ha demostrado equivocada muchas veces. Incluso si la motivación detrás de un viaje ilegal es solo tener el iPhone del año ¿por qué tanta gente gasta los ahorros de toda una vida cruzando Centroamérica? ¿Por qué arriesgar tanto? Como se atrevió a reconocer el medio oficialista cubano Alma Mater, refiriéndose a este tema: “Los problemas económicos son problemas políticos… La migración es un tema político al igual que sus causas”.

Al fin y al cabo, miles de cubanos sienten la necesidad de salir del país bajo cualquier circunstancia; ya sea buscando una beca para continuar una carrera profesional o pagando un coyote que los lleva por una selva en Nicaragua. Estas no son las únicas formas: casarse con un extranjero, pedir asilo político, subirse a un barco inventado en el estrecho de Florida, también cuentan.

“Puedes estar involucrado en política o no, pero el hecho de que la gente experimente castigos o amenazas por atreverse a protestar, o asociarse, crea mucha frustración. No podemos pretender que nuestra sociedad sea así de homogénea”, señala Ysabel Muñoz. 

“Culpo al sistema político por crear una generación cuya mayor aspiración en la vida, en muchos casos, es migrar”, lamenta.

“Mis compatriotas jóvenes cubanos se van porque aspiran a la vida que les fue negada. Una vida en la que no tengas que preocuparte por el suministro de agua, los cortes de luz o qué desayunar”, me dice Hanser Ramírez mientras descansa la espalda después de un largo día de trabajo en la construcción. Adaptarse a esta nueva vida ha sido difícil. Ha sido conserje en una escuela “donde casi me rompo la espalda” y ahora espera un puesto en una fábrica.

Hanser ha perdido algunos kilos en el proceso de adaptación. “Es más difícil de lo que podría imaginar, pero los ganadores no se dan por vencidos”. A veces siente nostalgia y más de una vez piensa en volver a su antigua vida. Pero su antigua vida ya no está. “Vivo el presente”, remarca con la misma energía positiva. “Mis planes son aprovechar las ventajas que ofrece este país, estudiar, ganar algo de dinero, ayudar a mi familia y volver a contribuir al medio ambiente”. Hanser nunca pensó en renunciar a ninguno de sus objetivos.

*Una primera versión de esta historia fue publicada en inglés en Startup Cuba

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