Coronavirus, Turismo y Patrimonio: ¿Trinidad descansa?

Tomado de Escambray.
La Trinidad del siglo XXI sostiene su cotidianidad socioeconómica sobre la base del binomio turismo-patrimonio. Si hay un axioma que caracteriza a la ciudad es que, sin turismo, una parte de ella muere. La pandemia de la COVID-19, que también infecta las economías del mundo, ya deja un saldo de incertidumbres en el futuro local. Sin embargo, en cuestiones del patrimonio cultural no todo parece gris.

Cuando el Consejo de Ministros adoptó la supresión de la actividad turística en Cuba para mitigar el impacto del coronavirus, en Trinidad supimos que las consecuencias se dejarían notar de inmediato. Si el turismo es el segundo sector económico en la Isla, en la Ciudad Museo del Caribe es el primero, por tanto, la sombra de la pandemia plantea una serie considerable de preguntas.

La cuarentena en sí misma trae la desolación de las calles y una contractura de la vida social no vista en muchos años que rompe con la acostumbrada dinámica de arte, paseos y ocio nocturno e imprime una suerte de desasosiego a los ojos de los lugareños. El resto, la fragilidad del bolsillo. La inmensa mayoría sabe que la ausencia de extranjeros pone en jaque el equilibrio económico familiar —el 23 de marzo, este territorio fue uno de los epicentros del plan de evacuación inmediata de turistas hacia zonas hoteleras en aislamiento.


De hecho, mientras los principales destinos del mundo tienden a la “turismofobia” por la alta incidencia de elementos negativos, un estudio desarrollado en 2013 por la Universidad Central “Marta Abreu” de las Villas (ULCV) concluyó que, en Trinidad, “la percepción (…) es más positiva que negativa”.

En el 2020, posicionándose como uno de los sitios de mayor interés cultural y recreativo para el turismo internacional en Cuba, desarrollando el aporte del sector no estatal a los servicios, esta afirmación queda demostrada si tenemos en cuenta que esta localidad pasó de una depresión económica centenaria a ofrecer todo tipo de oportunidades laborales y mayor calidad de vida a sus pobladores.

Más allá de lo económico, la Organización Mundial del Turismo reconoce los altos beneficios que reciben los centros de interés patrimonial volcados a esta actividad. La revitalización de las artes y tradiciones, la ruptura de estereotipos negativos, las oportunidades salariales y de empleo, además del aumento de los espacios de ocio son algunas de las bondades.

En el seminario Internacional de Turismo y Humanismo (Bruselas, Bélgica, 1976) se elaboró la Carta de Turismo Cultural (renovada en 1999) que promueve el descubrimiento de sitios de gran interés patrimonial y también recursos para generar retroalimentación entre el capital adquirido por la explotación turística y los presupuestos a disposición de la salvaguarda de esos mismos sitios.

La Unesco misma, en sus diversas actualizaciones, potencia la cultura como un fenómeno de desarrollo local y para su contribución elementos como el turismo son de vital importancia. La agenda 2030 resulta un exponente de esta idea.

Esto funciona con especial interés en Cuba, país con singular riqueza cultural. El propio estudio realizado por la UCLV arrojó que la preservación y rehabilitación de monumentos históricos constituye uno de los principales beneficios que genera la actividad turística en Trinidad y que tiene a la Oficina del Conservador de la Ciudad, entre otras entidades culturales, como puente entre ambas líneas: la patrimonial y comercial, beneficiadas mutuamente. Consabido son todos los proyectos de rescate y salvaguarda que se llevan a cabo aquí gracias, en gran parte, a los presupuestos generados desde entidades estatales. El contacto con viajeros facilita, además, el reconocimiento de elementos culturales autóctonos, como ha sido el caso de la artesanía y las artes populares. Todas estas incidencias se pierden ante la disminución de la demanda, que se evidencia sobre todo en las temporadas “bajas” entre mayo y octubre, las cuales se mueven en espiral año tras año. La llegada del nuevo coronavirus, que reduce al mínimo la actividad en plena temporada alta, es un suceso de alarma e interés local.

¿Cómo influye esto en la gestión del Patrimonio? Si tomamos como ejemplo a la Oficina del Conservador de la Ciudad, que lidera las acciones de restauración y conservación podemos sacar conclusiones primarias. Esta entidad recibe el 1% de la moneda nacional y el 2% de la divisa de las entidades comerciales trinitarias. Comercio y Gastronomía está entre las que más aportan y si bien no necesariamente está dirigida al turismo internacional, su nivel de ventas locales depende de la salud de muchas economías familiares, ligadas directa o indirectamente a la actividad turística. Con 1555 casas de renta en moneda libremente convertible —informa Escambray— Trinidad es la segunda ciudad de Cuba que reporta mayor número de cuentapropistas inscritos en esta modalidad.

A pesar de que muchos de los proyectos de gran envergadura son asumidos por la Oficina gracias a la colaboración internacional —recordemos los casos de los barrios Santa Ana, las Tres Cruces y la calle Independencia—, sí se podría suponer un aplazamiento de los proyectos que se planifican con presupuesto local por la pronosticada caída del sector turístico a nivel internacional. La última pandemia conocida, la Influenza A H1N1, dejó resultados desastrosos en México, uno de los destinos consagrados de la región. Para finales de 2010, ese país reportó un decrecimiento del 60 % del sector motivado por un cambio de costumbres sanitarias y el consecuente miedo a viajar. A la situación de hoy le agregaríamos una presunta crisis económica global: La Organización Mundial del Trabajo estima que, a consecuencia de la pandemia, hasta 25 millones de trabajadores podrían quedar sin empleo en el mundo.

La ausencia de turismo rompe con la dinámica cotidiana a la que se ha acostumbrado la ciudad de Trinidad en los últimos años. Fotos: Luis Orlando León Carpio.

Pero en medio de este panorama, giremos la mirada hacia otra dirección. La ausencia de turismo también alivia la carga de explotación sobre los centros históricos y monumentos culturales, así como los elementos negativos que trae asociada la actividad como la corrupción, la prostitución y las drogas, o un factor que cobra vigencia ahora: la introducción de enfermedades (recordemos que Trinidad resultó el primer territorio en confirmar casos de COVID-19).

En la investigación sobre los impactos del turismo aquí se reconocen dos factores de gran incidencia aquí: la generación de basura y el ruido, ambos elementos contaminantes y degradantes para el patrimonio edificado. En 2017, por ejemplo, año en que Trinidad logró un pico de más de 15 mil turistas por día, se generaron alrededor de 340 metros cúbicos de basura diarios, lo que puso en jaque la capacidad de la empresa de Comunales, reportaba entonces Escambray.

La ausencia de vibraciones de la música de clubes nocturnos, así como de autos y motocicletas —muchas veces circulando sin permiso legal— resultan un alivio a la sobre-explotación cotidiana de edificios con casi 300 años de antigüedad.

Lo anterior invita a reflexionar sobre la relación que existe hoy entre turismo y patrimonio en Trinidad. El nivel de resiliencia a que la ciudad aspira tras las contingencias de esta pandemia debe incluir un repaso por las prácticas buenas y malas que se llevan a cabo en el territorio. Podría ser esta oportunidad un incentivo para otros sectores económicos y no dejar todo a la suerte del turismo, lo cual estaría a tono con el llamado que se hizo en el reciente evento “Gourmet Trinidad 2019, De la tierra a la mesa” que enfatizó en el potencial productivo del Valle de los Ingenios más allá de la perspectiva arqueológico-cultural. Trinidad descansa y nos invita a pensar en nuevas maneras de amarla, conservarla y vivirla.


Comentarios

  1. Podría ser esta oportunidad un incentivo para otros sectores económicos y no dejar todo a la suerte del turismo, lo cual estaría a tono con el llamado que se hizo en el reciente evento “Gourmet Trinidad 2019, De la tierra a la mesa” en queverenz.com/europa/espana/valdemoro/

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