¿Un terremoto en Trinidad?
Silvia Dalmau, mi abuela, nunca conoció de Juan Candela. De haberlo visto en persona hubiese caído de amor a sus pies. Como al viejo guajiro cuentacuentos —nacido del puño y la letra de Onelio Jorge Cardoso—, a la madre de mi padre se le van las horas construyendo historias sobre una realidad tremendamente exagerada. Quienes la conocen saben que la fabulación se convirtió en su muy personal manera de sobrevivir a la austeridad de la vida.
En las tertulias después de comer se la ve, oronda, introducirse en un monólogo exquisito. Su cara deslumbra por el placer. Los mundos cambian, para sí, gracias a las interminables novelas que llegan a trastocar realidad y ficción con tanta naturalidad que uno se pierde:
En ese punto ella puede ser maestra, enfermera, psicóloga. Fue el primer caso de dengue en Cuba, cuando nadie conocía la enfermedad. Sabe inglés como nadie por estudiarlo en el extranjero, aunque ahora no pueda hablar porque el idioma “no es el mismo”. Su hermano mayor, tras dejar Cuba, fue alcalde de Hialeah, y también periodista, y hombre de negocios. De joven solía escabullirse a la entonces virgen playa Ancón, donde una vez tuvo que escapar de una manada de tiburones. Su luna de miel transcurrió en Miami junto a todo el equipo de la boda (años después, cuando se confirmó la falsedad, alegó que el viaje fue cancelado pero que el anuncio lo publicaron en el periódico).
En ocasiones, cuando las leyendas se tornan demasiado inverosímiles, uno llega a sentirse incómodo porque hasta cuándo nos hará pasar por tontos. A ratos nos preguntamos si ya a la altura de casi noventa años la senilidad la está venciendo. Pero, a la vista del alma, la fluidez de sus cuentos vienen llenos de un candor, de una calidez de abuela que parece no ser más que una jocosa pasada de tiempo. Se la ve alegre, absorta en construir historias que… ¿serán ciertas?
A estas alturas, y por las veces que hemos reído a sus espaldas, yo había vivido convencido de que todo era parte de una buena forma que ha tenido de soñar despierta. Vaya, que todos eran cuentos de camino. Y hasta tal vez, mi olfato periodístico se lo deba a ella porque sabe buscar las historias según el acontecimiento del momento. Por ejemplo: Tras el terremoto de Haití, el 12 de enero de 2010, la gente no paraba de hablar de temblores de tierra. Pues bien, allá saltó mi abuela con un cuento que nos colmó la paciencia:
—“Por los años cuarenta del pasado siglo, yo recuerdo que en Casilda hubo un terremoto muy fuerte ¡Ay mi madre, qué susto nos dimos! Parecía que el mundo se iba a acabar. La tierra dio unos sacudiones y yo pensé que se nos venía la casa encima”.
—Pita (como le decimos sus nietos), eso es demasiado, ¿un temblor de tierra aquí? Eso nunca se ha visto, Trinidad se hubiera caído con lo vieja que es. Mira, cállate ya, que tus cuentos son demasiado gordos.
Ella calló. Yo continué en mis labores de estudiante. Pasaron los días y olvidé aquel suceso. Mi abuela prefirió continuar interrumpiendo conversaciones para hacer historias en primera persona, historias para fabular a costa del tema surgido al calor de una conversación. Historias que yo nunca creí me sorprenderían hasta la llegada del sábado 21 de agosto de 2010. Ese día, en la sala de casa, con los ojos abiertos de estupor, leí en el periódico Escambray un dato relevante:
Título: ¿Sismos en Sancti Síritus? Autor: Luis Herrera Yanes: Entrevista con el Dr. C. Geográficas Ignacio González Ramírez, quien dijo: “en la zona central de Cuba se han originado dos terremotos fuertes desde la conquista hasta la actualidad, uno de ellos en Caibarién y el otro en Trinidad en 1943, este último de magnitud 6 en la escala de Ritcher”.
Desde entonces, cuando escucho las fábulas de mi abuela Silvia, prefiero sonreír. A fin de cuentas muchas de sus fantasías pueden resultar ciertas.
Buena lección y buena historia. Sin duda, las abuelas y los abuelos son como las estrellas, que están ahí aún cuando no sean de carne y hueso.
ResponderEliminarLos abuelos siempre marcan una pauta en los niños!! Qué suerte poder escribir de ellos!
EliminarJajaja,si ella se entera de tus escritos y q ademas recorren la union americana,te mata..,eso es herencia,mi mama era parecida pero mucho mas real y de mi tio Tomas.. ni se diga aqui nos reiamos con sus cuentos,nada.. q a veces es bueni ser fantasioso(a) porque encarnas personajes y vidas q no son tuyas y esa fantasia ,alegra el animoy la vida tanto tuya como de los q te escuchan,asi q me queda poco para entrar en esa etapa tan familiar,jajaja.Sabes quien soy?Aida Rosa tu prima.
ResponderEliminarjajajaj prima, si tu sabes que a ella estas cosas le encantan, si ella se ve cómo la gente lee sobre ella, y como sus fotos circulan por nternet, me quiere más. Esa familia Dalmau es única, espera muchas otras historias de ella... Besos
EliminarLuiso, me encantó el post, me hiciste reir cantidad con las historias de ese personaje que es Silvia y que tengo el placer de conocer. Un abrazo mi herma:
ResponderEliminarJavier Alejandro Brito Padilla
Jajaja, verdad que esa Silvia es un personaje!!! que graciosa...
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