Cuando la historia cambia en un día


Jóvenes santaclareños celebran la noticia
Muchos años después, —y no en el pelotón de fusilamiento— los cubanos recordaremos el 17 de diciembre de 2014 como el fin de un período y el inicio del otro. Es este el día cero para un cambio histórico que ha definido a Cuba desde antes, incluso, que cuando en 1898 explotara el barco Maine para dar inicio a la guerra hispano-cubano-norteamericana.

Conversaciones telefónicas entre Raúl Castro y Barack Obama; intercambio de prisioneros políticos (y el regreso de los luchadores antiterroristas cubanos como fin de una lucha ferviente, una noticia que, dicho sea de paso, han olvidado los grandes medios); restablecimiento de relaciones diplomáticas entre dos naciones tan antagónicas como lo son el bien y el mal. Un sueño cumplido del que parece mejor no pellizcarse.

Entonces a uno se le eriza la piel ante la posibilidad de dejar atrás una historia donde han sido personas inocentes las más afectadas. Quienes me lean ahora mismo reaccionarán de diferentes maneras. Lo sé. Hay quienes, a pesar de todo, les place ver sufrir a todo un pueblo por obra y gracya del Bloqueo. Hay quienes tras la liberación de los héroes perdieron una buena fuente de empleo. Pero lo cierto es que Cuba pasa a un nuevo estadio en el devenir de su historia.

¿Qué significa este suceso para los cubanos? Es la posibilidad de dejar atrás, poco a poco, los infinitos años en que la vida se hacía mucho más dura por culpa de las divergencias políticas. Es algo más allá del capitalismo y el comunismo, de Carlos Marx o George Washington. Lo de ambos países se volvió un triste pasaje de divisiones innecesarias, de lágrimas derramadas entre un pueblo que se va y otro que se queda, de una foto de familia manchada por la separación innecesaria. Unos culpaban al Imperio, otros a los Castros, y al final solo quedaba el llanto de muchas familias de por medio.

Dijo un profesor de Historia que las guerras las provocan personas que se conocen y no se matan para que se maten otros que nunca se han visto. Y así, esta guerra, también fría, parece llegar a su fin. Obama anunció en su alocución nuevas medidas con respecto a Cuba. Y saltan las preguntas ¿Cuánto de estratégico tiene este hecho?¿De verdad ambos países colaborarán en temas de interés mutuos que promuevan intereses nacionales como migración, operaciones antidroga, protección medioambiental y tráfico de personas?

¿De veras se avecina una ampliación de los permisos generales de viaje a Cuba y la facilitación del envío de remesas – ahora con un aumento de $500 a $2,000? ¿Cierta la expansión de ventas y exportaciones comerciales de bienes y servicios o la ampliación de transacciones autorizadas entre ambos países?¿Llegará una era de mejores comunicaciones, de Internet como Dios manda, de visitas oficiales de Obama a La Habana y viceversa? ¿Es este el inicio del fin del Bloqueo? ¿Qué pasará después?

Por ahora, mejor que antes, los cubanos se lanzan a las calles. Celebran lo que parece el comienzo de un mundo mejor para ellos. Pronto veremos una embajada en las calles de La Habana donde enarbole la bandera de barras rojas y estrellas blancas; nuestros héroes, por fin, abrazan su familia. Como si la felicidad hubiese llegado a estirpes de cubanos, al parecer condenados a miles de años de soledad.

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