La generación del 90
Mis contemporáneos y yo siempre hemos bromeado con ciertas marcas de nuestro tiempo, porque, como una cruel coincidencia del destino, nacimos en 1990. La última década del siglo XX no es un juego para Cuba. Por muchos que hoy queramos contar en tono burlesco los míseros avatares a que fuimos expuestos – que tal vez llevábamos encriptados en nuestros genes – este pasado reciente se nos vuelve un recuerdo gris.
Aunque fue en 1989 cuando decidieron tumbar el muro que dividía a Berlín en dos mitades, al mundo en dos ideologías, no fue hasta que el almanaque hizo conteo regresivo a los últimos diez años de la centuria cuando esta isla sufrió las más impensadas penurias. Por entonces ni los economistas más avezados podían prever las nefastas consecuencias del Período Especial.
De aquellos días al borde del desquicie los cincuentones no quieren recordar demasiado. Tiempos duros en que cuidar a un recién nacido parecía un utopía generalizada, pero que nuestros progenitores lograron cumplir sin más armas que la fuerza paternal. Casi ninguno de nosotros, aunque lo crea, entendimos a cabalidad lo que pasaba alrededor.
Llorábamos cuando se despenalizó el dólar, y tal vez fuimos los primeros – oficialmente hablando – en ingerir algún que otro producto de etiqueta anglosajona. De ahí en adelante, como para rematar bien alto, nos convertimos en ratones de laboratorio para cada uno de los pasos de esta Cuba post derrumbe.
Tener entre manos un avión eléctrico, un Atari, unas zapatillitas con lucen laterales, significaba más que un presagio de tiempos modernos. Estábamos cambiando. Las mentes, ya bastante traumadas por la depresión económica; las ideologías, ya bastante heridas por algunos paradigmas tambaleantes, se impregnaron en esta turba de jóvenes de hoy, que si podemos observarlos bien no tienen mucha conciencia de su tiempo.
Fuimos nosotros quienes vimos, como un acto de pura rareza tecnológica, el primer televisor en una escuela. Por entonces aquella novedad nos parecía ingeniosa, hasta llegar, como conejillos de India, a la secundaria básica, y recibir un aluvión de teleclases más propensas al sueño que otra cosa – aunque ahora mismo todo ha cambiado en ese nivel de enseñanza y ni siquiera se cómo anda.
Hoy conocemos de cambios, muchos cambios. Pareciera como si Cuba fuera a convertirse en el país soñado por tantas generaciones. Mientras, veo a mis contemporáneos aturdidos, como hijos de aquellos tiempos de incertidumbre, preguntándose qué pasará con ellos en el futuro.
Dicen que las generaciones producto de sociedades en crisis causan los cambios venideros en un país. Así, quienes nacieron por los 1930 – a golpe de disparos callejeros frente al recién construido Capitolio – resultaron la gran mayoría de una generación que, a cien años del natalicio de José Martí, objetivaron una Revolución. A 23 años de haber nacido me cuestiono por qué no somos nosotros quienes llevamos a cabo los cambios de hoy, o ni siquiera se qué ideas nos separan de nuestros padres, aquellos que dormían entre brazos cuando Fidel Castro entraba triunfante a La Habana.
Imagina lo que sentimos los nacidos en los 80, en la relativa abundancia, y tuvimos que enfrentarnos luego al Periodo Especial en plena adolescencia, llenos de deseos, acostumbrados a ser "iguales" y sin embargo viendo que unos usaban "zapatillas con luces laterales" mientras otros seguíamos con los "kikos" plásticos en los pies....
ResponderEliminarBueno, yo nunga tuve zapatillas con luces laterales. y claro, cada generación tuvo lo suyo, la tuya es la de mi hermana, que también se queja de lo mismo, pero por lo menos ustedes conocieron un poco de relativa abundancia. Pero igual, de lo peor de aquellas crisis, además de las carencias económicas, fue las heridas que dejó en el pensamiento de la gente y hoy salen a la luz: la crisis de valores, la perdida de identidad, el abrazo al turismo etc.
EliminarLuis Orlando, la generación de tus padres, a la cual pertenezco (aunque faltaba un poquito para que yo naciera cuando triunfó la Revolución) vive tan aturdida como la tuya. Nosotros pasamos la adolescencia en los conflictivos 70, la juventud en los abundantes 80 y comenzamos el período de adultez en los complejos 90 y seguimos campeando en las incertidumbres del nuevo siglo. Obviamente hay cosas que separan, pero hay muchas más que nos unen. Buen fin de semana!
ResponderEliminarLo se, pero la de mis padres fue la de la Revolución, cuando comenzó y todo era muy hermoso, y había mucho ímpetu, la de nosotros fue la de la crisis, la de las transformaciones, que conllevó a que los jóvenes pequen hoy de falta de conciencia, de incertidumbre. De todas formas tienes razón en las cosas que nos unen.
EliminarTienes razón. Tan solo hay que ver que vivimos en un país donde hay más ancianos que jóvenes...
ResponderEliminarCon ese planteamiento abres muchas reflexiones. Qué pasa con nuestros jóvenes, hacia dónde van? ese es un buen tema para un próximo post...
Eliminardesgraciadamente, yo que he visto los cambios en cuba desde 1972 hasta hoy, y que también veo todos los días a jóvenes de distintas nacionalidades europeas, siento que la desilusión, la apatía y la falta de objetivos en la vida es algo generalizado. y no sólo en los jóvenes, aunque en éstos sea más triste que en las otras generaciones. supongo que es una fase en la historia de la humanidad, donde se producen ciclos de esplendor, decaimiento, crisis profundas y renacimientos. pero independientemente de las circunstancias externas y objetivas, tenemos cada uno nuestra propia conciencia y nuestra misión en la vida, y el libre albedrío para realizarla o no.
ResponderEliminarCoincido plenamente contigo, vamos a ver qué pasa con la juventud, y es cierto, lo que más se ve hoy, es esta extraña apatía.
Eliminardespués de leer este interesante post, me gustaría leer otro (escrito por ti, claro está...) con la misma reflexión pero a partir de la "liberación" de los hoteles, los celulares, internet.... lo que sin dudas causará otro antes y después. Muy buena reflexión, porque aunque no soy del ´90, y sí del ´80, tengo muchos más recuerdos que tú y sé lo que se siente, aunque no lo vea como un gris recuerdo....
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