Canto coral vs arte banal



Sucedió que un día los conceptos del arte se banalizaron. El mercado invadió el deseo de crear –lo enfermó con el ansia de dinero –. La creación humana se hizo fiambre. Y sucedió otro día que los medios de comunicación esparcieron la banalización por todo el mundo; y todos leyeron el final feliz con la frase hueca, y proyectaron la imagen burda repleta de ideologías, y pintaron sólo el color azul a cambio de una fortuna; y oyeron, también, la misma trova de amores truncos y sexo ocasional. Pero aun así quedó espacio para el sentimiento…

Este pudiera ser el inicio de una crónica de corte apocalíptico acerca de un futuro no tan lejano donde las artes caerían en un abismo de desentendimiento con el hombre, donde no importaran ya los conceptos, ni la belleza, solo el dinero.  Acerca de todo eso reflexioné  este jueves en la noche, mientras disfrutaba de un concierto ofrecido por el coro de cámara Vocal Leo –a cargo de la maestra Corina Campos – en la galería de arte Oscar Fernández Morera de Sancti Spíritus, porque ni siquiera la alta factura de la presentación les impidió pasar desapercibidos.


Una verdad de Perogrullo: en materia de promoción, casi todos los sucesos culturales menos mediáticos pasan sin penas ni glorias para el público. Aquí, en el interior del país, donde estamos más ávidos de experiencias concretas con el arte cubano actual, casi nada escuchamos de exposiciones, de festivales literarios, del teatro y del ballet. Menos de las giras con exponentes de la música poco difundida como la trova, el rock, y las muestras de géneros clásicos, como esta que lleva Vocal Leo por varias provincias del país a propósito del 20mo aniversario de la creación del grupo.

Dar, ahora mismo, un bosquejo sobre la impecable muestra ofrecida este 10 de octubre conlleva a muchas redundancias. De más está resaltar el buen gusto estético a la hora de escoger el repertorio, mezcla de lo más clásico de la tradición religiosa, los modernos spirituals norteamericanos  y muestras de sonidos tradicionales criollos. Desbordaron virtuosismo, una proyección escénica de lujo, y una preparación técnica vocal que recuerda el trabajo consistente de la Campos.

Lástima que todo aconteciera con un público reducido. Era de esperar. Una ciudad como Sancti Spiritus, donde las esferas culturales se ven aquejadas por cierta dosis de dejadez, no da grandes espacios a las muestras del arte más fino. No pretendo cuestionar funcionamientos institucionales, ni relegar culpas, mucho menos, a las carencias económicas. Pero quien no conoce, no disfruta.

Aun así los juicios pudieran devenir fallidos, porque una manifestación como la música coral no es un género popular ni nada por el estilo. Pero la insensibilidad nada tiene que ver. Los chirridos a modo de parodias que algunos transeúntes se inventaron, o el poco interés de los espirituanos que pasaban  por el boulevard, sin ni siquiera preguntarse qué sucedía en aquel pequeño lugar desde donde se dejaban escuchar profundas armonías, dan fe de que, en materia de pensamiento social, en cuestiones de instrucción cultural, no todo anda bien.

Los encantos de la música coral, devenida durante siglos una de las vertientes musicales más importantes del mundo, quizás, la madre de todas las músicas (si tenemos en cuenta que la consolidación de la música tal cual la conocemos hoy tuvo lugar al interior de las iglesias medievales cuando era prohibido ejecutar instrumento alguno), encuentra en nuestro país un exponente fuerte y original con respecto a las tendencias vocales contemporáneas. Pero los cubanos poco conocen al respecto. Como poco saben de la vieja trova y la canción protesta, de la visión tan fría de Ladaluze y el calor criollo de Carlos Enríquez, de por qué José Martí además de un héroe nacional  fue un escritor de renombre…

Vivimos en tiempos cuando grandes masas de público prefieren pagar sumas de  10 CUC  por una noche de reggaetón,  que acudir gratis a ciertas muestras de arte nacional o presentaciones de artistas como  Liuba María Hevia. Pero ese público tampoco carga con grandes culpas ¿ya olvidamos aquel incidente donde Zenaida Romeu y su camerata tuvieron que sentarse frente a la biblioteca provincial espirituana porque los trabajadores del local no sabían de la existencia del concierto? ¿Qué sucede en esta isla de tanta riqueza cultural? ¿Vivimos inoculados con las maneras de pensamiento mundiales de vender antes de crear? ¿Cuánto hay de imperialismo cultural y cuánto de insensibilidad entre nuestros mecanismos de instrucción artística?

Ya lo dijo la doctora Dolores Ortiz, “Cuba es un país instruido, pero no culto”. Ese país donde todos pueden discutir de deportes, economía, televisión y por qué no, cultura, necesita de un verdadero incentivo del arte. Ese incentivo que por lo menos dará un margen para que un cubano de a pie no equipare música coral con genero anticuado.
Vocal Leo en el concierto que ofreciera en Sancti Spíritus

Comentarios

  1. Excelente escrito Luis Orlando.
    Es ciertamente lamentable; existe en primer lugar una muy mala divulgación de ese tipo de concierto (en Santa Clara ocurre exactamente lo mismo). A veces ni los amantes de la música nos enteramos de tales presentaciones. He visto muchas salas vacías con excelentes propuestas musicales; incluso, una de nuestras mejores pianistas (como toda una profesional que es), ofreció una vez un concierto en la Sala Caturla para una de sus vecinas.
    Por otra parte, cada vez el gusto estético entra en una mayor y profunda crisis.
    Estamos en "terapia intensiva" y no se ve un real interés en mejorar la situación.

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  2. Muy bien plantead el comentario Luiso, sabes k yo tambien estaba alli y experimenté lo mismo que tu, pero en serio me gustó mucho el comentario. No sólo pk me toca de cerca, sino porque esta bien redactado y con un análisis profundo.

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