De cuando un golpe de estado mató la ética de los medios venezolanos
“El periodista se debe
fundamentalmente al pueblo, el cual tiene derecho a recibir información veraz,
oportuna e integral a través de los medios de comunicación social”:
Código de ética venezolano: Artículo 6, Cáp. II
Como cada abril, este 2013 Venezuela rememoró con tristeza un suceso
sin paralelo en la historia de la nación. Puente Llaguno, calle elevada sobre
la avenida Baral en Caracas, devino hace 11 años escenario de una masacre
por parte de fuerzas de la oposición contra el pueblo, que luego observó con
impotencia y desgarro cómo los medios de comunicación privados trastocaban la
historia.
Los sobrevivientes todavía recuerdan llorosos aquella
jornada en desmedro para las masas populares defensoras de Chávez, ante el
golpe de estado perpetrado por fuerzas de la oposición. Así aseguran las
memorias de testigos oculares en el documental Puente Llaguno, Claves de una Masacre: Lo que comenzó como un par
de manifestaciones pacíficas, terminó por convertirse en un trágico suceso
donde el pueblo resultó el punto más agredido.
El material audiovisual mencionado, recoge toda una
cronología de los principales momentos del hecho. Además constituye una
respuesta mediática a la ola de publicaciones manipuladas donde aseguraban que
las masas seguidoras del gobierno revolucionario venezolano arremetían contra
los opositores.
Desde el inicio de los acontecimientos los Media comenzaron sus divulgaciones
alegando que las dos primeras víctimas, procedentes de la oposición al gobierno
revolucionario, resultaron impactados por personal de Chávez. Craso error
demostrado con posterioridad. Tras el reporte de balística, los resultados
evidenciaron disparos a quema ropa, o sea, fueron impactados desde dentro de su
propio grupo.
A esto se sucedieron cambios de nombres a las víctimas,
ediciones exhaustivas de imágenes y sonidos, culpabilidad a personas inocentes
e historias totalmente inventadas, que recorrieron el mundo dándoles a millones
de personas datos erróneos, equívocos. Los presidentes de las principales
potencias imperialistas encabezados por EE.UU. mostraron su apoyo a una causa
¿noble, justa, en bien de alguien más que no fueran los sectores privados
burgueses del país sudamericano?
El documental, además de reconstruir con minuciosidad los
hechos tal cuales ocurrieron en la realidad (y probar con lujo de detalles la veracidad
de los planteamientos) recoge los momentos en que resultaron manipulados o
víctima de la censura de todas las empresas mediáticas al servicio del gobierno
de facto. Algunos sobresalen por la descarada transgresión de la realidad. Pero
los ejemplos hablan por si solos.
El primero. Las imágenes mostradas por el corresponsal de la
CNN como testimonio legal sufrieron recortes visibles. En su producto
periodístico, del que se hicieron eco casi todas las cadenas noticiosas del
mundo, afloraron los cambios temporales, la falta de verificación de datos (que
no pasaron más allá de la experiencia del propio reportero) y la manipulación
desmedida de imágenes y sonidos.
Otra clara evidencia resulta la censura de Isaías Rodríguez,
Fiscal General de Venezuela. Con el pretexto de una renuncia pública, declaró
ante las cámaras las realidades vividas en el gobierno venezolano, la cual
terminó con una frase contundente – ¡Vivimos un golpe de estado! – Pero ningún
canal informativo contribuyó a la declaración, que terminó cortada mucho antes
de las palabras finales.
Además se puede citar el momento en que el canal estatal VTV
por donde Chávez se dirigía al pueblo, fue interferido en varias ocasiones
hasta que el gobernador opositor Enrique Mendoza logró sacarlo del aire. Como
colofón de la oleada de mentiras acometidas por las empresas mediáticas, la
península ibérica reconoció la labor reporteril en los hechos del 11 de
noviembre caraqueño, con el premio de periodismo Rey de España…
Sin embargo, alguien dijo una vez que las verdades no
gustaban del cautiverio. De boca en boca, los acontecimientos se filtraron por
todo el país, y los medios independientes, entre otros que también se
interesaron por las causas, conocieron la realidad vivida. Tal vez fue ese el
antecedente de un sueño realizable más tarde con el material audiovisual Puente Llaguno, Claves de una Masacre,
con el cual el mundo pudo conocer la realidad vivida hace 11 años en Caracas,
Venezuela.
Cabe entonces reflexionar acerca del trabajo del periodismo,
en su función social. El hecho de representar los intereses populares podría
resultar una idea del libro Utopía de Tomás Moro, puesto que, cuando las cosas
se salen del orden, los medios terminan por caer en los deseos más profundos de
las empresas privadas.
En estos
casos no importan la ética que tan exhaustivamente se elabora
en pos de establecer límites de buen comportamiento en los Medios de Difusión
Masivos. Las alusiones al derecho a la información, imparcialidad,
veracidad, no comprometimiento con fuentes,
ideologías arraigadas o responsabilidad social son arrojadas por la
borda cuando hay dinero de por medio, cuando quieren defender los principios de
una clase en el poder.
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